Colaboracion: Manolo Lopez
Por: Rafael Escotto - lainformacion.com.do
Grabado: General Juan Luis Franco Bidó |
Las Batallas de Sabana Larga y Jácuba fueron los últimos y decisivos
encuentros armados que sostuvieron dominicanos y haitianos para poner fin a
casi 12 años de conflictos después de la independencia dominicana. Se libró el
24 de enero de 1856 en Sabana Larga, Dajabón. Tropas dominicanas del ejército
del norte, dirigidas por el general Juan Luis Franco Bidó, derrotaron a una
fuerza del ejército haitiano al mando del emperador haitiano Faustin Soulouque.
Otra parte del ejército haitiano se atrincheró en Jácuba, cerca de Puerto
Plata, pero fueron vencidos por los generales Pedro Florentino y Lucas Peña,
poniendo fin a las invasiones haitianas en territorio dominicano.
Desarrollo de las acciones
“Cuando los haitianos pasaron el río y ocuparon a Dajabón, ya el ejército
dominicano los esperaba dividido en dos cuerpos: uno acampado en Talanquera, al
mando del general Fernando Valerio, y otro en El Llano, punto más avanzado, a
las órdenes de los coroneles José Hungría y Antonio Batista; de suerte, que al
anunciarse la marcha del enemigo, ambos cuerpos se pusieron en movimiento y se
adelantaron a su encuentro. Los coroneles Hungría y Batista llegaron a ocupar
el Paso de Macabón, pero atacados por un cuerpo haitiano, se vieron precisados
a replegar.
Comprendiólo así el general Bidó, por la aproximación del fuego; y
aunque otro cuerpo haitiano amenazaba la división del general Valerio, resolvió
sacar de ella una columna para mandarla en auxilio de los coroneles empeñados,
operación arriesgada que confió al capitán José Antonio Salcedo, dándole como
práctico al teniente Benito Monción, quienes obraron con tanta actividad, que
llegando antes de que la retirada de los defensores del Paso de Macabón se
convirtiera en derrota, los pusieron en actitud, no solo de tomar de nuevo la ofensiva
atacando con vigor al enemigo, que derrotaron y persiguieron hasta Guajabo,
quitándole una pieza de artillería, sino también de contribuir al triunfo
espléndido de Sabana Larga; pues habiéndose apercibido los coronelesHungría y
Batista, al hacer alto con su cuerpo, que la otra división tenía empañada una
batalla, dispusieron marchar con todas las fuerzas hacia el lugar en que oían
el fuego, procurando atacar al enemigo por retaguardia.
Así lo hicieron, coincidiendo su llegada con el principio de la retirada
del ejército invasor, que al verse envuelto por todas partes, se declaró en
confusa derrota, dejando abandonada una culebrina y el campo sembrado de
cadáveres. Por la oportunidad del servicio que prestaron en la operación
referida, a que cooperó también el capellán del ejército, presbítero Dionicio
Moya, fueron ascendidos en el acto, el capitán Salcedo a comandante y el
teniente Monción a capitán.
En esta acción se distinguieron el capitán Gregorio de Lora, como jefe
de una compañía, y los batallones que estaban mandados por los comandantes Juan
Suero y Juan Rodríguez. En disputa estos dos valientes sobre el cual tomaría
primero una pieza de artillería, fue rechazado Rodríguez por dos veces
consecutivas, y al lograr su intento en la tercera acometida, recibió un
metrallazo en que perdió una pierna. En ese estado fue montado sobre el cañón y
arrastrado en triunfo por la tropa hasta cierto punto, en que faltándole las
fuerzas, tomó una camilla para ir a morir en Guayubín.
Se halló en la batalla, señalándose por su bravura, una mujer varonil:
Petronila Gaú, natural de Montellano, Jurisdicción de Sabaneta. Esta heroína,
que se distinguió por su patriotismo en la guerra con los haitianos, no es la
única que se hizo digna de mención honorífica. La merece también Juana
Saltitopa, natural de uno de los campos de La Vega, quien tomó una parte muy
activa en los trabajos revolucionarios para la Separación, y el día 30 de marzo
se batió en la gran pelea de Santiago, emulando a los más valientes del
ejército, por cuya razón la llamaron La Coronela. Ambas murieron de muerte
natural. El coronel Gerónimo de Peña, ascendido a general de brigada por los
méritos que contrajo en Sabana Larga, murió el 20 de febrero de 1856 a
consecuencia de las heridas que recibió en ella”. (Tomado de: Partes oficiales
de las operaciones militares Realizadas durante La guerra domínico-haitiana
recopilados y ampliados con notas por José Gabriel García, página #151).
Petronila Gaú: la doncella de
Sabana Larga
Los historiadores nacionales se olvidaron de Petronila Gaú, pero el 24
de enero de 1856, doce años habían transcurrido después de aquel febrero
memorable de 1844 en la puerta de el Conde; la pólvora sagrada quemada durante
la guerra de independencia dominicana todavía olía y la potencia del humo del
trabucazo enviaba señales a los hombres y mujeres heroicos que combatían en la
batalla de Sabana Larga y Jácuba, por la Línea Noroeste, tratando con valentía,
determinación y fe de ponerle término a esos doce años de conflictos después de
la independencia.
Aquellas tierras linieras, donde al decir del historiador Rufino
Martínez, se contaba las onzas de oro por talegas, cuna del general
revolucionario Demetrio Rodríguez, de ese mismo suelo fértil y laborioso brotó
a la vida como una flor de loto sagrada, el espíritu indómito de una mujer
interprete de la historia salpicada con el perfume suave y duradero de los
seres humanos nacidos para llevar a cabo tareas protagónicas.
Con frecuencia se oye hablar de una absurda aridez e inmediatamente el
sueño se disipa y deja de ser tal o de un paisaje hermoso que ya no es aquello
que era en territorios linieros, como si se tratara de algo quimérico, pero que
al pisar aquel solar el sueño liberal del general Gaspar Polanco se imponía
contra aquellas ideas que pretendían galopar sobre el lomo anexionista de
Buenaventura Báez y de Pedro Santana.
A una mujer con el verdor y la fuerza de un bosque de ideas fecundas y
lozanas sostenidas por la fuerza febril de inigualable valentía se le vio
marchar, fusil en ristre, al lado del general Juan Luís Franco Bidó hacia
tierras fronterizas de Dajabón a librar una gran batalla, un combate que se
entendía era sólo para el hombre.
No se le vio a aquella mujer temor alguno en sus ojos relucientes, sólo
el coraje de una heroína erguida sobre las ideas independentistas de Duarte.
Era el único signo reflejado en aquel rostro encendido de pasión indomable que
representaba en aquel escenario la hermosura de la mujer liniera en un campo de
fuego y sangre. Ni siquiera porque sabía de antemano que se enfrentaba con la
fuerza de un ejército al mando del emperador haitiano Faustin Soulouque su
espíritu independentista y libertario dio señales de flaqueza en la línea de
fuego del honor.
Los cañones y la fusilería de ambos bandos vomitaban fuego y aquella
mujer batallaba fieramente, hombro con hombro con el general Franco Bidó,
alentando a sus compañeros se le oía vociferar, con voz enérgica: «¡Vamos
muchachos, terminemos con los invasores!».
Un correo a caballo trajo el mensaje al general Franco Bidó informando
que otra columna haitiana se había atrincherado en Jácuba, en las proximidades
de Puerto Plata, librándose allí un encarnizado combate.
Se cuenta que en un momento que escasearon las municiones del fusil de
la aguerrida combatiente dominicana ésta tomó piedras en sus manos de santa y
las lanzaba como si fuesen proyectiles encendidos sobre el enemigo invasor,
mientras les gritaba: «¡No huyan cobardes!» Y desde la columna patriota se oyó
vociferante aquella voz de la heroína infundiendo aliento « ¡General Franco
Bidó…general, estamos ganando la batalla, mírelos como huyen!» « ¡Adelante
dominicanos, que la victoria es nuestra!», arengó con fuerza moral.
Y clamando nuevamente de manera bravía expresó con el corazón henchido
y lágrimas en los ojos: «No se preocupe usted mi general por la columna
haitiana que va por Jácuba, que los patriotas venceremos con el favor de Dios y
la Virgen!». Allí estarán los dominicanos comandados por Pedro Florentino y
Lucas de Pena, dos valientes revolucionarios, dijo en tono optimista con su
rostro hacia la luz del sol.
Y después de estas briosas y alentadoras palabras de triunfo salidas de
la voz de una valiente mujer cibaeña se le vio al valiente general y comandante
en jefe de las tropas dominicanas Juan Luís Franco Bidó decirle con entusiasmo
y profunda convicción patriótica a sus hombres más o menos estas palabras: «Es
una honra muy grande derramar mi sangre por la libertad de mi patria», palabras
que encendieron aún más el ánimo de los revolucionarios.
Esta valerosa mujer dominicana y, por lo demás liniera, en la histórica
batalla de Sabana Larga rivalizó con los hombres en heroísmo, al decir del
historiador referido en este trabajo. Me parece oír a esta insigne mujer en
medio del fragor de aquel combate heroico y triunfante pronunciar aquella
hermosa frase de Simón Bolívar: «Para el logro del triunfo siempre ha sido
indispensable pasar por la senda de los sacrificios».
Y una vez obtenido el triunfo militar frente al invasor haitiano,
nuestra Juana de Arco dominicana dijo con voz estentórea una frase del
evangelista estadounidense John Maxwell: «No hay éxito sin sacrificio», lo que
significaba para ella el haber ayudado a la independencia que fue el sueño de
Duarte. Y, renglón seguido, agregó: «El de las futuras generaciones de
dominicanos será mantener la libertad y la soberanía nacional conquistada».
Después de reflexionar con una profundidad espiritual en planos
sacrosantos de la patria a Petronila Gaú los ciudadanos universales podrían
llamarle La doncella de Sabana Larga, como fue conocida la militar y santa
francesa Juana de Arco, La doncella de Orleans.
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