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25 de enero de 2018

Batallas de Sabana Larga y Jácuba

Colaboracion: Manolo Lopez
Por: Rafael Escotto - lainformacion.com.do
Grabado: General Juan Luis Franco Bidó
Las Batallas de Sabana Larga y Jácuba fueron los últimos y decisivos encuentros armados que sostuvieron dominicanos y haitianos para poner fin a casi 12 años de conflictos después de la independencia dominicana. Se libró el 24 de enero de 1856 en Sabana Larga, Dajabón. Tropas dominicanas del ejército del norte, dirigidas por el general Juan Luis Franco Bidó, derrotaron a una fuerza del ejército haitiano al mando del emperador haitiano Faustin Soulouque. Otra parte del ejército haitiano se atrincheró en Jácuba, cerca de Puerto Plata, pero fueron vencidos por los generales Pedro Florentino y Lucas Peña, poniendo fin a las invasiones haitianas en territorio dominicano.
Desarrollo de las acciones
“Cuando los haitianos pasaron el río y ocuparon a Dajabón, ya el ejército dominicano los esperaba dividido en dos cuerpos: uno acampado en Talanquera, al mando del general Fernando Valerio, y otro en El Llano, punto más avanzado, a las órdenes de los coroneles José Hungría y Antonio Batista; de suerte, que al anunciarse la marcha del enemigo, ambos cuerpos se pusieron en movimiento y se adelantaron a su encuentro. Los coroneles Hungría y Batista llegaron a ocupar el Paso de Macabón, pero atacados por un cuerpo haitiano, se vieron precisados a replegar.
Comprendiólo así el general Bidó, por la aproximación del fuego; y aunque otro cuerpo haitiano amenazaba la división del general Valerio, resolvió sacar de ella una columna para mandarla en auxilio de los coroneles empeñados, operación arriesgada que confió al capitán José Antonio Salcedo, dándole como práctico al teniente Benito Monción, quienes obraron con tanta actividad, que llegando antes de que la retirada de los defensores del Paso de Macabón se convirtiera en derrota, los pusieron en actitud, no solo de tomar de nuevo la ofensiva atacando con vigor al enemigo, que derrotaron y persiguieron hasta Guajabo, quitándole una pieza de artillería, sino también de contribuir al triunfo espléndido de Sabana Larga; pues habiéndose apercibido los coronelesHungría y Batista, al hacer alto con su cuerpo, que la otra división tenía empañada una batalla, dispusieron marchar con todas las fuerzas hacia el lugar en que oían el fuego, procurando atacar al enemigo por retaguardia.
Así lo hicieron, coincidiendo su llegada con el principio de la retirada del ejército invasor, que al verse envuelto por todas partes, se declaró en confusa derrota, dejando abandonada una culebrina y el campo sembrado de cadáveres. Por la oportunidad del servicio que prestaron en la operación referida, a que cooperó también el capellán del ejército, presbítero Dionicio Moya, fueron ascendidos en el acto, el capitán Salcedo a comandante y el teniente Monción a capitán.
En esta acción se distinguieron el capitán Gregorio de Lora, como jefe de una compañía, y los batallones que estaban mandados por los comandantes Juan Suero y Juan Rodríguez. En disputa estos dos valientes sobre el cual tomaría primero una pieza de artillería, fue rechazado Rodríguez por dos veces consecutivas, y al lograr su intento en la tercera acometida, recibió un metrallazo en que perdió una pierna. En ese estado fue montado sobre el cañón y arrastrado en triunfo por la tropa hasta cierto punto, en que faltándole las fuerzas, tomó una camilla para ir a morir en Guayubín.
Se halló en la batalla, señalándose por su bravura, una mujer varonil: Petronila Gaú, natural de Montellano, Jurisdicción de Sabaneta. Esta heroína, que se distinguió por su patriotismo en la guerra con los haitianos, no es la única que se hizo digna de mención honorífica. La merece también Juana Saltitopa, natural de uno de los campos de La Vega, quien tomó una parte muy activa en los trabajos revolucionarios para la Separación, y el día 30 de marzo se batió en la gran pelea de Santiago, emulando a los más valientes del ejército, por cuya razón la llamaron La Coronela. Ambas murieron de muerte natural. El coronel Gerónimo de Peña, ascendido a general de brigada por los méritos que contrajo en Sabana Larga, murió el 20 de febrero de 1856 a consecuencia de las heridas que recibió en ella”. (Tomado de: Partes oficiales de las operaciones militares Realizadas durante La guerra domínico-haitiana recopilados y ampliados con notas por José Gabriel García, página #151).
Petronila Gaú: la doncella de Sabana Larga
Los historiadores nacionales se olvidaron de Petronila Gaú, pero el 24 de enero de 1856, doce años habían transcurrido después de aquel febrero memorable de 1844 en la puerta de el Conde; la pólvora sagrada quemada durante la guerra de independencia dominicana todavía olía y la potencia del humo del trabucazo enviaba señales a los hombres y mujeres heroicos que combatían en la batalla de Sabana Larga y Jácuba, por la Línea Noroeste, tratando con valentía, determinación y fe de ponerle término a esos doce años de conflictos después de la independencia.
Aquellas tierras linieras, donde al decir del historiador Rufino Martínez, se contaba las onzas de oro por talegas, cuna del general revolucionario Demetrio Rodríguez, de ese mismo suelo fértil y laborioso brotó a la vida como una flor de loto sagrada, el espíritu indómito de una mujer interprete de la historia salpicada con el perfume suave y duradero de los seres humanos nacidos para llevar a cabo tareas protagónicas.
Con frecuencia se oye hablar de una absurda aridez e inmediatamente el sueño se disipa y deja de ser tal o de un paisaje hermoso que ya no es aquello que era en territorios linieros, como si se tratara de algo quimérico, pero que al pisar aquel solar el sueño liberal del general Gaspar Polanco se imponía contra aquellas ideas que pretendían galopar sobre el lomo anexionista de Buenaventura Báez y de Pedro Santana.
A una mujer con el verdor y la fuerza de un bosque de ideas fecundas y lozanas sostenidas por la fuerza febril de inigualable valentía se le vio marchar, fusil en ristre, al lado del general Juan Luís Franco Bidó hacia tierras fronterizas de Dajabón a librar una gran batalla, un combate que se entendía era sólo para el hombre.
No se le vio a aquella mujer temor alguno en sus ojos relucientes, sólo el coraje de una heroína erguida sobre las ideas independentistas de Duarte. Era el único signo reflejado en aquel rostro encendido de pasión indomable que representaba en aquel escenario la hermosura de la mujer liniera en un campo de fuego y sangre. Ni siquiera porque sabía de antemano que se enfrentaba con la fuerza de un ejército al mando del emperador haitiano Faustin Soulouque su espíritu independentista y libertario dio señales de flaqueza en la línea de fuego del honor.
Los cañones y la fusilería de ambos bandos vomitaban fuego y aquella mujer batallaba fieramente, hombro con hombro con el general Franco Bidó, alentando a sus compañeros se le oía vociferar, con voz enérgica: «¡Vamos muchachos, terminemos con los invasores!».
Un correo a caballo trajo el mensaje al general Franco Bidó informando que otra columna haitiana se había atrincherado en Jácuba, en las proximidades de Puerto Plata, librándose allí un encarnizado combate.
Se cuenta que en un momento que escasearon las municiones del fusil de la aguerrida combatiente dominicana ésta tomó piedras en sus manos de santa y las lanzaba como si fuesen proyectiles encendidos sobre el enemigo invasor, mientras les gritaba: «¡No huyan cobardes!» Y desde la columna patriota se oyó vociferante aquella voz de la heroína infundiendo aliento « ¡General Franco Bidó…general, estamos ganando la batalla, mírelos como huyen!» « ¡Adelante dominicanos, que la victoria es nuestra!», arengó con fuerza moral.
Y clamando nuevamente de manera bravía expresó con el corazón henchido y lágrimas en los ojos: «No se preocupe usted mi general por la columna haitiana que va por Jácuba, que los patriotas venceremos con el favor de Dios y la Virgen!». Allí estarán los dominicanos comandados por Pedro Florentino y Lucas de Pena, dos valientes revolucionarios, dijo en tono optimista con su rostro hacia la luz del sol.
Y después de estas briosas y alentadoras palabras de triunfo salidas de la voz de una valiente mujer cibaeña se le vio al valiente general y comandante en jefe de las tropas dominicanas Juan Luís Franco Bidó decirle con entusiasmo y profunda convicción patriótica a sus hombres más o menos estas palabras: «Es una honra muy grande derramar mi sangre por la libertad de mi patria», palabras que encendieron aún más el ánimo de los revolucionarios.
Esta valerosa mujer dominicana y, por lo demás liniera, en la histórica batalla de Sabana Larga rivalizó con los hombres en heroísmo, al decir del historiador referido en este trabajo. Me parece oír a esta insigne mujer en medio del fragor de aquel combate heroico y triunfante pronunciar aquella hermosa frase de Simón Bolívar: «Para el logro del triunfo siempre ha sido indispensable pasar por la senda de los sacrificios».
Y una vez obtenido el triunfo militar frente al invasor haitiano, nuestra Juana de Arco dominicana dijo con voz estentórea una frase del evangelista estadounidense John Maxwell: «No hay éxito sin sacrificio», lo que significaba para ella el haber ayudado a la independencia que fue el sueño de Duarte. Y, renglón seguido, agregó: «El de las futuras generaciones de dominicanos será mantener la libertad y la soberanía nacional conquistada».
Después de reflexionar con una profundidad espiritual en planos sacrosantos de la patria a Petronila Gaú los ciudadanos universales podrían llamarle La doncella de Sabana Larga, como fue conocida la militar y santa francesa Juana de Arco, La doncella de Orleans.

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