Por: José Báez Guerrero
Recientemente en mi columna diaria el editor ejerció su derecho y criterio y varió la palabra “vicepresidente” por “vicepresidenta”. Es de las cananas que los articulistas debemos aguantar quietecitos, pues ese derecho asiste a los editores…
El quizás insustancial asuntillo me hizo sin embargo revisar la corrección de esa corrección y meditar sobre si Hillary Clinton sería presidente o “presidenta”. En inglés afortunadamente no tendrá esa disyuntiva.
Dado que nuestra habla es algo vivo, cuya manifestación por los hablantes es lo que en última instancia legitima cualquier voz, desde que algún uso previamente estimado bárbaro o incorrecto corre parejamente con las mejores formas, la autoridad de nuestra lengua española que es la Academia accede a expedir carta de ciudadanía incorporándola al léxico. Tal ha pasado con “presidenta”, como pasó anteriormente con “sirvienta” sin levantar tanta roncha.
Aun así, la primera acepción de “presidente” es tan sencilla que bastan dos palabras para definirla, “que preside”, y no admite su feminización. La segunda, “persona que preside un Gobierno, consejo, tribunal, junta, sociedad, acto, etc.”, y la tercera, “en los regímenes republicanos, jefe del Estado normalmente elegido por un plazo fijo”, pueden terminar en “a”, si se trata de una mujer, pero aún en ese caso no es incorrecto llamarla “presidente”.
“Presidente”, nos dice el propio Diccionario, es el participio activo de verbo “presidir”. De igual manera de cantar es cantante, de existir es existente, de hablar es hablante; no hará falta abrumar con más ejemplos…
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