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Santo Domingo, RD:- En 2004, Ralph Keyes publicó
The Post-Truth Era (La era de la post-verdad). Según el autor, asistimos a una
etapa donde se desdibujan las fronteras entre la verdad y la mentira, vivimos
una época caracterizada por la flexibilización de nuestros criterios de
evaluación epistémica. Mentir es un hábito de la vida cotidiana.
En su edición del 10 de septiembre de 2016, el semanario inglés The
Economist empleó el término “política de la postverdad” para referirse a
la práctica y el discurso político caracterizados por el establecimiento
de juicios aparentemente ciertos, pero que no se sostienen en la evidencia de
los datos.
El mencionado semanario ejemplificó al entonces candidato y hoy presidente
electo de los Estados Unidos, Donald Trump, como un modelo de “la política de
la postverdad”. Durante el proceso electoral, el hombre de negocios recurrió
con frecuencia a la distorsión de los datos o a argumentos falaces en su
diagnóstico de la realidad social estadounidense.
Trump no es el único político que logró su finalidad apoyado en “la
política de la postverdad”. Meses antes, el mismo papel fue jugado por Boris
Johnson, el “héroe” del proceso que decretó la salida del Reino Unido de la
Unión Europea.
Lo que vincula a los dos políticos señalados son sus competencias para
cultivar los sentimientos primarios, como el miedo y el odio, a través de un
discurso apocalíptico que distorsiona los datos económicos y sociales y se
sostiene en falacias para incitar a la acción.
Así por ejemplo, Trump y Johnson recurrieron al manido argumento de que los
inmigrantes son los culpables de la crisis económica de sus países y a
tergiversar las informaciones sobre empleo, crecimiento económico y nivel de
vida.
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