Luis Armando Muñoz Bryan
En nuestro país con frecuencia escuchamos palabras que de
repente se ponen de moda, las usamos y muchas veces desconocemos su
significado.
Innovar y emprender, con frecuencia son palabras que
usamos indistintamente como si fueran sinónimos, por supuesto, lo que más nos
debería ocupar es saber, qué impactos tendrán en nuestras actividades
productivas o personales sus significados.
Primero EMPRENDER, no es más que empezar a hacer una cosa
determinada, sobre todo cuando se requiere un esfuerzo y sacrificio. Mientras que INNOVAR no es más que modificar
las cosas que hacemos mediante prácticas nuevas.
Vistas estas diferencias notamos que son palabras que se
vienen a complementar en nuestras vidas o en nuestras actividades productivas.
Pero lo más importante es, ¿que nos sucedería si no creamos ni innovamos?
Bueno en estos tiempos tan cambiantes, agresivos,
dinámicos, competitivos, desafiante, parece ser una necesidad perentoria
reinventarse para prevalecer.
Muchos hablamos de nuestra zona de confort refiriéndose a
aquellos que están subsistiendo con lo que producen. Si eres empleado, piensas que con tu salario
te alcanza para la salud, comer, vestir, pagar la casa y recreación. Claro un fiel modelo de aquel que no aspira a
nada diferente a menos de que la suerte le proporciones algo mejor.
En los comerciantes notamos su parsimonia y pasividad cuando
con sus ventas le “alcanza” para pagar los compromisos financieros, reponer
inventario de corto plazo, pero rara vez piensan en remodelación del local, en
diversificar las ofertas de bienes y servicios en función de una demanda que
haya identificado entre sus clientes.
En nuestro país mucho se ha hablado de la cantidad de
negocios que desaparecen, muchos de ellos habían estado funcionando por
décadas, otros son como la canción, “Debut y Despedida” por su efímera
duración, pero poco se ha escrito de las verdaderas razones de su desaparición.
Las iniciativas comerciales son como los seres humanos,
nacen, crecen, se reproducen y si no lo hacen mueren. Pues esto último pasa a las empresas sin no
cubren ese ciclo natural de transformarse con los años para adaptarse a los
nuevos tiempos que es adaptarse a los nuevos clientes
En economías como la dominicana en constante expansión y
a veces en contracción debutan a diario nuevos consumidores que tienen nuevos
gustos, nuevas preferencias, nuevas exigencias, sumándole a que cada vez son
más irreverentes. Entonces, ¿qué pueden
hacer el comerciantes, pequeños, medianos o grandes?, Bueno pues lo mismo que hacen las grandes
empresas, van migrando con el gusto, innovando con los estilos y preferencias
del consumidor en procura de no ser desplazados por otros en el mercado que
compiten con nosotros muchas veces de forma despiadada.
Se preguntarán, ¿y cómo aprendo?, ¿dónde aprendo?, ¿quién
me enseña?, ¿cuánto me costaría aprender?, ¿estoy a tiempo?, otros usan el
refranero, “Cotorra vieja no aprende a hablar”. Pues les cuento que por todo el país se han
estado celebrando talleres donde se procura llevar ese mensaje, esa
orientación, libre de costo, solo por citar el Ministerio de Industria y
Comercio y MIPYMES, Fundación Innovati, Enade, Magna Escuela de Negocios, solo
por citar algunas.
Entonces, porque no se animan a dar un paso adelante que
será un paso en dirección a la transformación y al desarrollo de nuestras vidas
y de nuestras actividades productivas.
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