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1 de septiembre de 2019

La cualquierización de la política


Por: Adolfo Pérez de León
Adolfo Pérez de León
La sociedad dominicana ha observado, año tras año, el envilecimiento de la actividad política. Este lamentable proceso es el fruto de varios factores.
Primero, una falta de equilibrio en los esquemas de poder que impide que haya liderazgos que preserven lo bien hecho. En segundo lugar, la escasa  vigilancia de los sectores sociales. Y, también, una falta de castigo para los actos de corrupción pública, que, con la ausencia de reglas del juego claras para el devenir del sistema político predisponen a lo mal hecho.
Esta falta de parámetros, normas del juego político, es la llave de entrada a una forma de hacer política que primaba en los tiempos de Concho Primo. Con matices violentos en el pasado se daba la misma realidad. Los políticos se rebelaban contra sus bandos o contra el gobierno con el único fin de pedir su tajada en el pastel.
Hoy, en el siglo XXI, vemos una realidad de partidos secuestrados, dirigentes vándalos que hacen su labor destructiva para sacar beneficios.  Hay una gran necesidad de superar estas formas de hacer política y contribuir a que esta sea una actividad especializada, para mejorar las condiciones de vida de los dominicanos.
Y es que, cuando se cualquieriza el ejercicio político, cuando “cualquiera” dirige un partido político, la cosa pública se convierte en un mercado de conciencias.
¿Cómo evitar esta situación? El primer paso es una ciudadanía vigilante de las conductas de los políticos. Sobre todo, organizada para exigir sus derechos. ¿Otro punto, no menos importante? Una dirigencia política formada y forjada, de trayectoria sustentada en visión y en compromiso.
Si los partidos siguen obviando la inversión en formación la situación terminará por llevarse del todo desde el ya desacreditado sistema político. Se requieren hombres y mujeres con conocimientos, con visión de Estado, que vayan a servir y no a servirse. Se requieren inteligencias desarrolladas en la cosa pública.
Formación en temas técnicos y formación política. Gente que tenga la capacidad para el diseño, desarrollo e implementación de políticas públicas. Gente que al momento de tomar decisiones sea capaz de calzar las botas del otro. Gente que tenga otro objetivo que no sea “hacerse” y “resolver”.
Hemos señalado, en ocasiones anteriores, el clientelismo como uno de los males que afectan a la democracia. Sin embargo, el bandidaje, la pandilla que busca hacerse a costas del erario o a costa de una militancia que, literalmente, pasa hambre, es el mal político por excelencia de República Dominicana.
No estamos afirmando que la política sea una actividad exclusiva de intelectuales o de élites. Se trata de que necesitamos un mínimo de formación, y abundancia de visión y compromiso, para que sea posible el objeto primordial de bien administrar el Estado para beneficio de los ciudadanos y ciudadanas.
La gente deberá ir marcando con su voto y su respaldo ese camino. El futuro, si queremos que sea mejor, tiene que ser guiado por aquellos que pueden aportar, no por los que busquen aprovechar estructuras políticas para engrosar sus fortunas. La política es una actividad que pasa por todos los aspectos de la sociedad, su manejo no puede estar en manos del bandidaje.
Pongamos ojo vigilante y vayamos construyendo un referente político con lo mejor de todos los sectores y generaciones. El país lo amerita y el futuro nos lo habrá de agradecer. En el Partido Revolucionario Dominicano hay una gran camada de hombres y mujeres dispuestos. Combatamos la cualquierización de la política impulsando lo mejor de lo nuevo, abracemos la renovación que trae consigo visión y compromiso, y hagamos del ejercicio político la locomotora de cambios imprescindible para el desarrollo social y material de nuestra patria.

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