RAFAEL
PERALTA ROMERO
Quizá sin proponérselo, el jurisconsulto
John Guiliani ha trazado una directriz que podría resultar muy útil para el estudio de la sociología dominicana.
Cuando pocos ciudadanos conocían del horrendo asesinato del abogado Yuniol
Ramírez, Guiliani aseguraba, por tuiter, “que sus
amigos del bajo mundo le ajustaron cuentas”.
Guiliani fue miembro del Tribunal Superior Electoral, puesto
del que lo relevaron en julio de este año. Ramírez, inquisidor por
temperamento, persistió en la demanda de que los entonces jueces del TSE fueran desplazados de esa
función. Mediante un tuit que se hizo
célebre, Guiliani dejó entrever satisfacción por la muerte de su colega.
Acertó al informar que el crimen procedía del bajo mundo.
Y ahí está su mérito como observador de los fenómenos sociales. Por lo común,
el bajo mundo se asocia a estratos humanos golpeados por la pobreza y la
exclusión, ubicados en zonas urbanas consideradas riesgosas. Entendido así, el
bajo mundo es formado por escorias
humanas.
El aporte del honorable
magistrado Guiliani conduce a reflexionar en torno a que hay un bajo mundo que
viste trajes y corbatas de fina marca, usa gemelos, consume bebidas costosas,
asiste a salones elegantes y también roba, mata y desacredita. Antes de la investigación
del crimen, Guiliani afirmó que se trataba de un ajuste de cuentas.
La procuradora fiscal de Santo
Domingo aseveró que Yuniol Ramírez extorsionaba al señor Manuel Rivas, director
de la Oficina Metropolitana de Autobuses, para callar casos de corrupción de
los que al parecer tenía pruebas. La pandilla de Omsa respondió con el
asesinato y el intento de desaparecer el cadáver.
Yuniol Ramírez adicionaba al ejercicio profesional y de
docente universitario, la presidencia de
la Confederación Nacional de Abogados (CONA), a través de la cual inquiría
sobre cuestiones públicas. “Presidente del Cona fue parte de la
campaña en contra de los antiguos jueces del TSE y parece sus amigos del bajo
mundo le ajustaron cuentas”.
Eso tuiteó Guiliani, pero el rencor no le resta valor a su
visión para interpretar hechos originados de la descomposición –o putrefacción-
que hoy caracteriza nuestra sociedad.
Guiliani ha enseñado que el bajo mundo no se compone solamente de las zonas
copadas de prostíbulos, indigencia y víctimas del consumo de drogas. Hay otro
bajo mundo.
Hay un bajo
mundo que roba y mata. Mata para ocultar corrupción. Es el tipo de gente que cree
que todo lo puede, que su poder es
infinito. Guilliani tiene razón: se trata de gente despreciable, ruin, escoria social.
Realmente del bajo mundo, del otro bajo mundo, el de relojes de oro y buenos
autos. Pese a la foto de Juan Bosch al fondo.
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