11 de octubre de 2014

LOS PERIODICOS LLORAN

Julia Angélica Maríñez Báez
Julia Angélica Maríñez Báez
Los periódicos lloran. Sus planas estilan esquirlas lagrimales doquiera que los toques. Sus primeras planas se anegan en cenizas, llantinas y desconciertos, atisban de una sola pasada la sonrisa marchita de quien se arma en valor para comprarlos, pues cada día que pasa, sus editoriales, cual oro negro de los más profundos substratos terrenales, tiñen sus letras de muertes y enfermedades, cuyas esquelas mortuorias se edematizan a tal extremo, que con el fluir del tiempo amenazan con trasladar a otros lares a la sección de deportes de su propio hogar, con carácter definitivo.
Las hojas de los periódicos quisieran salir volando, pero no pueden, la muerte les pesa demasiado y hasta los presidentes se pasman, se asombran y sobrecogen por la magnitud de los desastrosos y desatinados hallazgos de la ciudadanía del mundo ante las negligencias médicas o de otra índole en su día a día y nos quedamos todos estupefactos, dueños, señores, plebeyos, amos y esclavos, al ver con impotencia cómo las famosas y esperadas ¨sietes plagas¨ se avecinan y avasallan con paciencia inmisericorde al mundo y enlutan de manera global a todas las primeras planas.
Pero no todo es horror, a veces la singularidad de sus orejillas hacen reír al pueblo cuando anuncian antiinflamatorios superpoderosos para la Chinkungunya, mágicas cámaras de video para acechar a los ladrones, ansiolíticos e inductores del sueño para poder dormir con estos calores y apagones, medicamentos milagrosos ante una futura malaria y una que otra pastillita azul para los menos afortunados, en fin, sus espesores volumétricos, en su mayoría, gritan escasez, pero también hay rosas en vías de abundancia, cuyos pétalos gritan victorias, cuando hombres y mujeres, pobres, comunes y corrientes, se enlistan de protagonistas de sus propias vidas y ganan la mayor victoria de su existencia, que es la de superarse a sí mismos y contra brisa y tormenta, nos representan en todas las manifestaciones del deporte o las artes y nos llenan de júbilo y alegría al ver ondear nuestra gloriosa bandera en los confines de los mundos menos imaginados.
Como todo, las estaciones del año siguen cambiando y las columnas, secciones, y suplementos de los periódicos siguen llorando, salvo una que otra nota alegórica del jetset o las caricias al alma de los milagros del arte. Lloran por el olor a verde indiferencia de la humanidad, cuando le hacen caso omiso a las noticias mortales, porque ya se han vuelto pura rutina, como rutina es ver a diario las muertes de madres por parte de sus esposos, de lamentar tristes e innecesarios suicidios de artistas y adolescentes a causa de las drogas, la depresión o la falta del amor familiar, de ver niños que comen y distribuyen sustancias controladas pensando que son dulces que sus madres tiene en su casas para el deleite de ellos, de personas indefensas que mueren por balas perdidas, de asaltos y robos a mano armada cuando hombres y mujeres de trabajo salen a las calles a buscar versos con sabor y color para alimentar a su descendencia o cuando la desgracia visita sus hogares y pernocta la abundancia en la casa de los ladrones, cuando sentimos la impotencia enhiesta al ver las ofertas en los centros comerciales, pero nos tocamos los surcos longitudinales dilatados de nuestros bolsillos y la grata noticia dura poco, o como hoy, que además de los periódicos, lloran sin clemencia las calles, los edificios, los mares y los mortales, por la muerte de once niños en un hospital del estado, que lloraron de felicidad cuando nacieron, pero la pobreza y la negligencia se encargaron de silenciar su llanto y ya sólo reirán donde no hayan periódicos que lloren, donde la luz celeste de su candidez sea inmortal a su canto y donde nubes de hálito de paz imperecedero cobijarán sus alegrías mientras planifican con entusiasmo el sueño de nacer de nuevo, pero esta vez, siendo más selectivos a la hora de escoger donde planearán el próximo vuelo de su sonrisa.

Los periódicos lloran y hoy, lloro con ellos.

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