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18 de octubre de 2014

DOS LOCOS CON SUERTE UNA SABROSA LOCURA

Anthony Ríos y Sergio Vargas protagonizaron la noche del viernes 17 un extraordinario concierto donde pusieron de manifiesto porque son dos Íconos del merengue y la balada.  En un salón La Mancha del Hotel Barceló
Santo Domingo a toda capacidad y donde hubo que habilitar mesas y sillas hasta en los pasillos y pista de baile, estos “dos locos” dejaron en los presentes todas las expectativas satisfechas, al punto que obligaron a los productores a realizar una reposición del mismo para el viernes 7 de noviembre.
Desde dos días antes todas las localidades estaban vendidas y la demanda de boleta aseguraba una nueva función. Desde temprano las filas de personas en la entrada del Lina, el agitado mercado negro en el área de parqueo y un aforo abarrotado por encima de su capacidad auguraba un éxito rotundo del evento.
Al filo de las 11 de la noche sube al escenario Sergio con su banda. Su ya acostumbrado parlamento con el público entre canción y canción y el desenfado natural con que aborda cualquier tema.  Repertorio de éxitos en baladas y un público desbordante de entusiasmo a coro con el artista.  Los ánimos comienzan a caldearse y Vargas llama a “su hermano de Villa” a tarima.
Aparece Anthony Ríos y la noche se viste de romance.  Con muchas libras menos y más potente voz, el “Señor Sentimiento” se adueña de los asistentes.  Otra vez el carisma de este “gordo más flaco” desentraña recuerdos encontrados en lo profundo de corazones enamorados.  Una tras otra sus canciones rebotan en las paredes del salón creando una noche mágica.  Entonces Ríos llama a Sergio y comienza “La Sabrosa Locura”.

Cuentos, anécdotas y picaras vivencias infieren las complicidades de largas noches, mujeres y vinos compartidos en las interioridades de sus fincas en la villa querida. Inspiraciones de Anthony cantadas por Sergio y situaciones de Vargas motivadas por Ríos se suceden para llegar a “La Palabra Perdón” y “Como Es Posible”, dos de las composiciones de “el gordo” que grabara “el negrito”.  A partir de ese momento la madrugada adquiere ribetes de fiesta al compás de merengue y termina con la gente bailando y tributando de pie un merecido homenaje a estos dos locos con mucha suerte.

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