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23 de noviembre de 2018

Erinia y la democracia


Voces y ecos
RAFAEL PERALTA ROMERO
rafaelperaltar@gmail.com

Erinia Peralta es, al igual que su padre, una idealista. Aboga por la justicia, afana por el bien común, cree en el poder reivindicador de la palabra y profesa la democracia como credo político.  Habla por  radio o televisión, activa en un partido político y persiste en defender ese magnífico modelo de gobernar que es la democracia, pese  a todo lo que sucede en su país y en su entorno.
En atención  a que se trata de una voz nueva,  la columna de hoy se hace eco de sus planteamientos. El  artículo “Actualizar la democracia”  ha sido escrito por ella,  y  por su riqueza conceptual merece ser leído. Veamos:
¿La democracia alberga un germen de autenticidad que se puede utilizar en contra de aquellos que la convirtieron en una farsa cruel? Esto se pregunta Boaventura de Sousa Santos en su libro “Democracia y transformación social“ al reflexionar sobre el proceso en el que la clase y grupos dominantes comenzaron a utilizar la estrategia para poner la democracia a su favor, eliminando, en primer lugar la posibilidad de cualquier alternativa a la democracia liberal y en segundo lugar  manipulando los procesos para que les fueran sistemáticamente favorables.
La democracia  es poder popular,  yo agregaría que es el poder ciudadano. Pero podría decirse que la democracia se ha convertido en una farsa cruel. Si lo vemos desde diferentes vertientes: la primera es que hemos entendido la democracia como un sistema para lograr que se materialicen nuestros derechos, pero participando y siendo parte de esa materialización. ¿Lo hacemos? ¿Se cumplen hoy en día todos los componentes de una democracia real? ¿Se vive la democracia en toda la extensión de la palabra? ¿Tiene el poder el pueblo? ¿Qué tiene que pasar para que podamos decir que verdaderamente vivimos en una democracia? ¿Sigue la democracia teniendo los mismos parámetros y respondiendo a las mismas lógicas?
“La democracia es el movimiento dirigido a arrebatar el poder a quienes lo acaparan (el monarca o las élites) para repartirlo entre el pueblo que es el llamado a ejercerlo por sí mismo o por sus delegados”. Así la define  Pablo Iglesias. Partiendo de esto, afirmamos que la lucha democrática ha sido siempre el proceso de socialización del poder.
Esto implica que la democracia va mucho más allá del simple hecho de votar, de hecho, limitar la democracia al derecho al voto (innegable avance) es vivir en una democracia, llamémosle, pequeña.
La verdadera democracia implica que la mayoría, si no todos, tengamos el poder. Que los derechos sean efectivos, que se cumplan.

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