Voces y ecos
RAFAEL PERALTA ROMERO
rafaelperaltar@gmail.com
En atención a que se trata de
una voz nueva, la columna de hoy se hace
eco de sus planteamientos. El artículo
“Actualizar la democracia” ha sido
escrito por ella, y por su riqueza conceptual merece ser leído.
Veamos:
¿La democracia alberga un germen de autenticidad que se puede utilizar
en contra de aquellos que la convirtieron en una farsa cruel? Esto se pregunta
Boaventura de Sousa Santos en su libro “Democracia y transformación social“ al
reflexionar sobre el proceso en el que la clase y grupos dominantes comenzaron
a utilizar la estrategia para poner la democracia a su favor, eliminando, en
primer lugar la posibilidad de cualquier alternativa a la democracia liberal y
en segundo lugar manipulando los
procesos para que les fueran sistemáticamente favorables.
La democracia es poder
popular, yo agregaría que es el poder
ciudadano. Pero podría decirse que la democracia se ha convertido en una farsa
cruel. Si lo vemos desde diferentes vertientes: la primera es que hemos
entendido la democracia como un sistema para lograr que se materialicen
nuestros derechos, pero participando y siendo parte de esa materialización. ¿Lo
hacemos? ¿Se cumplen hoy en día todos los componentes de una democracia real?
¿Se vive la democracia en toda la extensión de la palabra? ¿Tiene el poder el
pueblo? ¿Qué tiene que pasar para que podamos decir que verdaderamente vivimos
en una democracia? ¿Sigue la democracia teniendo los mismos parámetros y
respondiendo a las mismas lógicas?
“La democracia es el movimiento dirigido a arrebatar el poder a quienes
lo acaparan (el monarca o las élites) para repartirlo entre el pueblo que es el
llamado a ejercerlo por sí mismo o por sus delegados”. Así la define Pablo Iglesias. Partiendo de esto, afirmamos
que la lucha democrática ha sido siempre el proceso de socialización del poder.
Esto implica que la democracia va mucho más allá del simple hecho de
votar, de hecho, limitar la democracia al derecho al voto (innegable avance) es
vivir en una democracia, llamémosle, pequeña.
La verdadera democracia implica que la mayoría, si no todos, tengamos
el poder. Que los derechos sean efectivos, que se cumplan.
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