RAFAEL
PERALTA ROMERO
rafaelperaltar@gmail.com
Yo vi un
pequeño camión, con rótulo oficial, rodar lentamente por las calles principales de Miches repartiendo agua. Simplemente agua. Frente a
las casas, la gente esperaba con paciencia, para llenar recipientes. Había que almacenarla,
aunque no sirviera para saciar la sed.
No era de buena calidad, pero agua al fin.
La situación
allí no está como para averiguar la pureza del agua que se reciba, y menos para
despreciar una porción que le llegue a alguien hasta su puerta. Son largas semanas esperando que
llueva, pero paradójicamente, en esa
región donde tan asidua ha sido la
lluvia, ésta no se ha presentado, y el acueducto está seco. La esperanza es que
llueva.
Antes fue
diferente. Hubo un tiempo –yo lo viví- en que de los grifos brotaba agua con tal presión
que podía masajear las espaldas. A toda hora bajaba agua de un tanque colocado
en una colina e impulsada por una bomba. Y la gente de Miches, se enorgullecía de su acueducto, situación que se extendió por
décadas.
Después vino el cambio. Trasladaron la toma a otro lugar y dejaron el
acueducto sin fuerza. La succión de agua quedó
tan libre que por los grifos salían
con el “preciado líquido” muestras del ecosistema: hojas, camarones, y pececitos,
por ejemplo. Los michenses se
acostumbraron a su servicio de agua aunque no fuera confiable.
Ahora nada de eso sale por las tuberías. Tampoco agua. El grito se ha
generalizado: ¡Agua, queremos agua!
Alguien se queja de tener que ir a la orilla
del mar a llenar un cubo para descargar el inodoro. Otro le riposta:
“Tienes suerte que te queda cerca”. Otros, sobre todo los jóvenes, acuden
al río para lograr un aseo completo.
Miches está rodeado de agua, aunque no sea una isla. Pegadito del Atlántico
por el lado norte y atravesado por el río Yeguada, tiene otras fuentes fluviales tales como Jayán, en el poblado de La Gina; Jovero, en las afueras del pueblo próximo a La Mina de Oro. Además, bajo el
suelo yace inmensa abundancia de agua.
Los
políticos oficiales no se han atrevido
ni siquiera a hacer promesas. Esconden
sus rostros ante la vergüenza de un pueblo sin agua. Excepción ha sido el director del INAPA (Instituto de
Aguas Potables y Alcantarillado), Alberto Holguín, quien con la facilidad con que defeca la gallina, soltó
que no hay fondos para el acueducto de
Miches y por tanto no hay solución. ¡Qué horror!
Mientras tanto, este
municipio de 25 mil habitantes, en la parte Este de República
Dominicana, agrícola y con vocación
turística, seguirá rodeado de agua, pero
sin agua. Sin saber uno si acaso el dinero
que debió servir para reconstruir el acueducto se haya destinado a solventar a prostitutas y
prostitutos políticos que negocian con el gobierno la reelección del Presidente.
Así es nuestra política.
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