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2 de julio de 2015

Miches sin agua

RAFAEL PERALTA ROMERO
rafaelperaltar@gmail.com
Yo vi un pequeño camión, con rótulo oficial, rodar lentamente por las  calles principales de Miches  repartiendo agua. Simplemente agua. Frente a las casas, la  gente esperaba con  paciencia, para llenar recipientes. Había que almacenarla, aunque no  sirviera para saciar la sed. No era de buena calidad, pero agua al fin.
La situación allí no está como para averiguar la pureza del agua que se reciba, y menos para despreciar una porción que le llegue a alguien hasta   su puerta. Son largas semanas esperando que llueva, pero paradójicamente, en  esa región  donde tan asidua ha sido la lluvia, ésta no se ha presentado, y el acueducto está seco. La esperanza es que llueva.
Antes fue diferente. Hubo un tiempo –yo lo viví- en que de los grifos brotaba agua con tal presión que podía masajear las espaldas. A toda hora bajaba agua de un tanque colocado en una  colina  e impulsada por una bomba. Y  la gente de Miches,  se enorgullecía de  su acueducto, situación que se extendió por décadas.
Después vino el cambio. Trasladaron la toma a otro lugar y dejaron el acueducto sin fuerza. La succión de agua quedó  tan libre que por los grifos salían  con el “preciado líquido” muestras del ecosistema: hojas, camarones, y pececitos, por ejemplo. Los michenses se  acostumbraron a su servicio de agua aunque no fuera confiable.
Ahora nada de eso sale por las tuberías. Tampoco agua. El grito se ha generalizado: ¡Agua, queremos  agua! Alguien  se queja de tener que ir a la orilla del mar a  llenar un cubo  para descargar el inodoro. Otro le riposta: “Tienes suerte que te queda cerca”. Otros, sobre todo los jóvenes,  acuden  al río para lograr un aseo completo.
Miches está rodeado de agua, aunque no sea una isla. Pegadito del Atlántico por el lado norte y atravesado por el río Yeguada, tiene  otras fuentes fluviales tales como  Jayán,  en el poblado de La Gina;  Jovero,  en las afueras del pueblo  próximo a La Mina de Oro. Además, bajo el suelo yace inmensa abundancia de agua.
Los políticos oficiales no se han  atrevido ni siquiera  a hacer promesas. Esconden sus rostros ante la vergüenza de un pueblo sin agua. Excepción  ha sido el director del INAPA (Instituto de Aguas Potables y Alcantarillado), Alberto Holguín, quien   con la facilidad con que defeca la gallina, soltó que no hay  fondos para el acueducto de Miches y por tanto no hay solución. ¡Qué horror!
Mientras tanto,  este  municipio de 25 mil habitantes, en la parte Este de República Dominicana,  agrícola y con vocación turística, seguirá rodeado de  agua, pero sin agua. Sin saber uno si  acaso el dinero que debió servir para reconstruir el acueducto se haya  destinado a solventar a prostitutas y prostitutos políticos que negocian con el gobierno la reelección del Presidente. Así es nuestra política.

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