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19 de agosto de 2014

Me salió el tiro por la culata…

Por Leonel Peña
Leonel Peña
El sábado 15 de agosto despertábamos en Miami a las 4:00 de la madrugada para salir a Tallahassee, capital del estado de la Florida, Estados Unidos, a llevar a mi hijo menor a la Universidad.
Semanas o meses antes de que él (mi hijo Maiky) tomara esta decisión, veía a su madre llorar y se lo reprochaba y presumiendo yo de fuerte, la criticaba. “Tú por todo llora, pareciera que nuestro hijo se va para la guerra o para Medio Oriente a librar conflictos bélicos. Ya tiene 18 años, déjalo que se independice y para tu lloriqueos que él no se ha muerto, etc.”.!!!
La vida me la tenía guardadita. Pareciera que me dieron una buena dosis de lo que ella sentía; me entró la flojera o debilidad ya que al llegar a la Universidad en Tallahassee y durante todo el proceso de hospedaje de mi hijo Maiky no he podido dejar de llorar.
En principio, dándome de “hombre macho latino” lagrimeaba a escondida, pero con pañuelos en los bolsillos de mis pantalones para secar mis lágrimas, al tiempo que simulaba tener el rostro triste/compungido y los ojos aguados debido a la gripe.
Durante el sábado 16, que llegamos al lugar donde dejaríamos a Maiky y parte del domingo 17, pude mostrar la errada versión, de que los hombres no lloran. Pero a partir del domingo en la tarde, no pude más y entre nervios y frustración por cosas que ocurrían estallé en llantos en el estacionamiento del complejo de apartamentos donde se alojaría mi hijo, en la zona Universitaria.
Me dieron agua y tome una pastilla para calmar mi (no sé qué). Mi hijo me abrazó y me daba animo: “Tranquilo papi, todo va estar bien, tenemos todos los medios de comunicación, no te pongas así, siempre vamos a estar en contacto”, me decía Maiky.
Todo cambió y ya las lágrimas y la tristeza a flor de rostro de su madre, no era noticia ni nada nuevo. La noticia era mi quebrantamiento, mis inesperadas lágrimas públicas y el debilitamiento del “fuerte” que criticaba a la madre que lloraba siempre. La novedad era que el padre (yo) "súper hombre", supuestamente en control de todo y con blindaje anti-llantos se transformara y también estuviera de flojo, en lugar de contagiar con ánimo y entusiasmo, como estuve hasta el día 15 de este agosto, cuando venía en el avión hacia Miami desde República Dominicana, para acompañar a mi hijo a la capital de la Florida.
Terminó el proceso con todo lo relacionado a la Universidad y el apartamento donde vivirá Maiky, con otros compañeros por los próximos años; hicimos una oración a Dios, lo dejamos con todos los detalles físicos cubiertos (hasta curitas, alcoholado, antigripales), y lo saturamos repitiéndole los mismos consejos, advertencias, sugerencias y bla bla bla de padres.
Salimos para Miami (sin Maiky - 7 horas de trayecto por tierra), llegamos a casa, casi a las 8:00 de la noche del martes 18 de agosto, exhaustos, con las piernas adormecidas, todo el cuerpo pidiendo cama y con los sentimientos ambiguos entre la satisfacción de que hicimos lo que hacen los padres que quieren lo mejor para sus hijos y la tristeza de la ausencia en casa, del hijo querido que vivió todo el tiempo entre nosotros.
Aunque Maiky quedó cubierto de todo y hasta con la independencia de contar con su vehículo para moverse, este martes 19, desafiando yo, mi supuesta fortaleza, fui a su habitación aquí en Miami (como de costumbre) y mi gran sorpresa fue que no pude contener las lágrimas, tomé mi celular, le llamé y las palabras no me salían, solo le dije, con voz cortada, te hablo luego, te extraño mucho!.
Este testimonio, me delata y no deja de ser una auto incriminación, por lo que desde estos párrafos les presento disculpas a todos los Padres que antes critiqué y mal califiqué de tontos, débiles, “showistas”, peliculeros y flojos al verlos tristes, llorar o confundidos al vivir situaciones como esta y o peores. Creo que ahora soy más sensible. Espero que esto aumente mi sentido de solidaridad con los que lloran o sufren.
Aprendí la lección, hoy entiendo a todos los padres y madres que ayer notaron mi indiferencia cuando, quizás para desahogarse compartían conmigo el dolor de separarse de sus hijos por la razón que haya sido.
Hoy me tocó. No he podido controlar mis emociones de tristeza en este sentido, pero confió en que el saldo de este episodio será positivo y aprovecho para exhortar a los padres/madres a que no se cansen ni desmayen en la lucha (que no es fácil) haciendo y cumpliendo con el rol de padres. Vale la pena!
Concluyo dándole gracias a Dios por esta gran oportunidad que estoy viviendo y por descubrir que mi corazoncito es más grande que mis expresiones y mis aguajes de “hombre fuerte”.
Aunque ya casi cumplo 30 años en la radio, televisión y medios escritos, es la primera vez, que hablo o escribo y comparto asuntos tan personales.
Dios les bendiga y si leyeron este testimonio, ya saben dónde encontrar otro miembro del Club de los llorones!

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