Luis Carvajal Núñez
Amanece sábado en Jarabacoa.
La pesada neblina empieza a disiparse empujada por un viento frio que nos
recuerda que estamos en una ciudad montañosa.
El XII Festival de Poesía de
la Montaña entra en su segundo día. En los recesos entre talleres y recitales
otros recitales y talleres se continúan con la magia de la espontaneidad y el
dulce sabor de la informalidad.
Loma Miranda ha sido un tema
reiterado en estos encuentros y tertulias informales y el tema más repetido en
los recitales.
Conversaciones eternas sobre
aspectos diversos de la epopeya que el pueblo está escribiendo en defensa del
agua y de la vida.
La poesía viva en las
montañas cantando a la vida de las montañas.
Pero este festival ha sido
para mí mucho más.
Aquí he sentido la vocación
y la voluntad de defender la integridad ambiental, la biodiversidad, el paisaje
y el agua de la más amplia, diversa y heterogénea cantidad de personas.
Aquí he recibido denuncias
estremecedoras sobre la perversión de los “Planes de Manejo”, sobre la
extracción de agregados, sobre la promoción del delito ambiental por parte de
las autoridades y sobre una interminable letanía de amenazas.
Aquí sentí viva y real la
resistencia activa del pueblo cuando un ciudadano se me acercó y me dijo: - Por
aquí no van a pasar los aserraderos de Bauta y si los suben por otro lado la
gente los va a destruir. No permitiremos aserraderos en Valle Nuevo.
En este XII Festival he
reafirmado que la poesía es irrebatible e invencible.
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