Imperecedera quedó la memoria del ilustre comerciante y coleccionista Julio Vargas, ligada a la quema del Judas el domingo de Resurrección de cada año.
¡Qué espanto la primera experiencia con el gigante de rostro de Averno, y cuerpo de explosivos! Aunque lo traté a distancia, por su puntería y la seguidilla de sus petardos, un día intenté recrear con los muchachos del barrio un Judas a menor escala, y escogimos el tamarindo más famoso de la Mella, el que se encontraba en la finca de Sisin Vargas.
Allí colgamos el belicoso espantajo, pero la soga de sustento, cedió a las llamas y el Judas cayó como bola de fuego sobre las yerbas secas.
De no ser por la intervención urgente de Félix Ventura (EPD), que veía desde su galería, y con una enorme recipiente de agua, sofocó el conato de incendio, evitando trágicas consecuencias sobre el ganado y el vecindario de alrededor.
La Biblia dice: "Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡Cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!" Santiago 3:5
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