Miguel Rone
En mi vida he visto pasar dos
tormentas que han dejado recuerdos gratos, tristes y desagradables, estas
fueron: Santa Leocadia y Federico.
La que mi abuela llamo Santa
Leocadia, fueron siete días de intensas lluvias, era un niño y gozábamos con
las crecidas del rio. Veíamos como en Santiago las riadas del rio Yaque se
llevaba La Barca, aun con los esfuerzos de los vecinos y usuarios para
evitarlo.
Sentí el frio que dejaban las
lluvias por tanto tiempo, recuerdo como me tapaban con un saco vacío de azúcar para
salir bajo las lluvias a buscar donde vendieran carbón seco. Ir y venir con mi
saco de yute mojado desde la cabeza hasta las rodillas estilando el agua que corría
sobre mí.
Días que pasábamos hasta hambre
por el desabastecimiento de los negocios del vecindario, casi siempre la comida
venía a ser; Un pedazo de Cazabe con Mamba y/o unas tajadas de aguacate.
No recuerdo el haber sacado
tiempo para el enamoramiento que a diario brindábamos a las jovencitas del
barrio. Pero si recuerdo el ambiente miserable que se respira cuando el hambre
es colectiva.
La tormenta Federico fue la otra
que llega a mi memoria. Esta fue la que siguió al Ciclón David, uno de los que
causo mas estragos en el pueblo dominicano. El 4 de septiembre de 1979, cuatro
días después, la tormenta Federico remató con seis días seguidos de lluvias, lo
que causó inundaciones que terminaron por arrasar gran parte de las
plantaciones agrícolas, y provocó la muerte de miles de reses y aves de corral.
Esta tormenta de triste recordación
fue la causante de centenares de muertos en la ciudad de Padre Las Casas,
cuando el rio se llevó la iglesia de Villa Ocoa, atestada de gente, que desde
David se refugiaba allí.
Ya estaba residiendo en Santo
Domingo con mi familia, frente al parque Enriquillo y mis parciales políticos me
bajaban la orden para ayudar la población de las calamidades provocadas por las
lluvias.
No había forma de trabajar, con
mujer y dos hijas que mantener, se presentó una situación inesperada y mas para
el que trabaja para comer, como todo artesano.
El agua de las lluvias de la
tormenta Federico, tenía también su lado romántico, pues el cantar de las aguas
cayendo sobre el zinc, le daba color a la vida ya que durante estos seis días que
duro, todo era gris, salvo los árboles en las calles, que dejara el Ciclón
David.
Luego cuantificar los muertos,
eran muchos, mas que en la pasada guerra de abril, los superaba por muchos, sin
ser de los evacuados, ni de los perjudicados (aparentemente) por el ciclón o la
tormenta Federico, mi familia y yo pasamos muchas necesidades, sin poder decir
esta boca es mía, el partido al que pertenecía, Lo Prohibía…
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