El Cañero

1 de febrero de 2023

ANÁLISIS | Cómo Rusia malinterpretó la creciente influencia de Alemania

 Por Nic Robertson


(CNN) -- Hace dos años, Moscú consideró el enfrentamiento entre Estados Unidos y Alemania por el gasoducto Nord Stream 2 como una prueba de fuego del poder transatlántico.

Rusia había invertido mucho en el gasoducto submarino de más de 1.200 kilómetros (750 millas) que la unía a Alemania y quería aumentar las ventas globales y aumentar su influencia económica sobre Europa y sus industrias pesadas hambrientas de energía. Alemania, uno de los principales consumidores, estaba de acuerdo desde el principio. Washington no.

Estados Unidos no quería que el nuevo suministro submarino de gran capacidad sustituyera a las antiguas líneas terrestres que transitaban por Ucrania, proporcionando unos ingresos vitales a los dirigentes de Kyiv, cada vez más orientados hacia Occidente.

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Rusia razonó que si Washington bloqueaba Nord Stream 2, como finalmente ocurrió, demostraría que el poder europeo ya no fluía a través de Berlín, sino a través de la Casa Blanca.

Transcurridos dos años, la lectura de esa dinámica transatlántica después de Angela Merkel, y en particular después de la fallida invasión de Ucrania por el presidente Vladimir Putin, se ha convertido en una de las cuestiones políticas más acuciantes para el Kremlin.

Raro momento de férreo liderazgo

La negativa del canciller de Alemania, Olaf Scholz, a "dejarse presionar" para enviar tanques en solitario a Ucrania —en lugar de mantenerse firme y exigir al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, que se una a él en la empresa, arriesgándose a la ira de Putin— ha demostrado que la dinámica de poder transatlántica cambió.

Europa ha tardado en reaccionar ante las profundas fisuras de la política estadounidense y la incertidumbre que otra presidencia al estilo de la de Trump podría provocar en sus aliados. Décadas de una confianza razonablemente inquebrantable, si no total, en Estados Unidos, han sido sustituidas por un obstinado pragmatismo europeo, y Alemania lidera el camino.

La excanciller Merkel era la brújula moral de Europa. Scholz ha encontrado un inesperado metal en su ponderosa coalición de gobierno, a menudo un semáforo de "frenar/avanzar/esperar, y el miércoles de la semana pasada se ganó un atronador aplauso en el Bundestag alemán al mostrar un raro momento de férreo liderazgo.

En su cumbre de marzo del año pasado, los líderes de la OTAN acordaron equipar, armar y entrenar a Ucrania según los estándares de la OTAN. No sería miembro, pero el mensaje a Moscú fue inequívoco: en los próximos años, Ucrania tendría el aspecto y lucharía como si estuviera en la OTAN.

La actual metamorfosis de Ucrania de fuerza soviética heredada a clon de la OTAN no ha consistido solamente en la mecánica o incluso la diplomacia de conseguir carros de combate, vehículos de combate, defensas aéreas y artillería, sino en atraer a los casi mil millones de habitantes de los países miembros de la OTAN junto con sus políticos. Scholz insistió en ello el miércoles en el Parlamento.

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"Confíen en nosotros", dijo, "no les pondremos en peligro". Explicó cómo su gobierno había gestionado ya la agresión rusa y cómo los temores a un invierno gélido y al colapso económico no se hicieron realidad. "El gobierno hizo frente a la crisis", dijo, y añadió: "Estamos en una posición mucho mejor".

Los aplausos a cada paso de su cuidadosamente elaborado discurso hablaron tan alto como sus palabras. En resumen, Scholz acertó con Alemania, llevando consigo a una población típicamente reacia a la guerra y a proyectar su propio poder, y profundamente dividida sobre hasta qué punto debería ayudar a Ucrania a matar rusos y enfadar potencialmente al Kremlin.

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