El vestido de novia de Elizabeth Bowes-Lyon, madre de Isabel II, fue pionero en romper el protocolo existente.
POR FEDERICA CAIAZZO VANITY FAIR
Son muchas las ocasiones en
las que hemos presenciado cómo la familia real británica innovaba en el ámbito
nupcial en los últimos años, como en el caso de Eugenia de York, que para su
boda con James Brooksbank en 2018 dejó deliberadamente al descubierto la
cicatriz espalda, artísticamente enmarcada por su vestido de Peter Pilotto. Más
adelanto contó el significado de ese gesto: fue operada de escoliosis de niña,
con lo que su gesto fue una muestra de valentía y seguridad en sí misma. Dos
años después, fue su hermana Beatrz quien se unió a su amado Edoardo Mapelli
Mozzi en el altar con un histórico vestido blanco que su abuela Isabel II había
lucido en los años sesenta. Eso sí, tuvieron que añadirle algunos ajustes y,
como no podía ser de otra manera, completó el look con un velo y una tiara a la
altura de la ocasión.
En resumen, a la opulencia de
cuento de hadas de Lady Diana (su vestido incluía más de diez mil perlas y
lentejuelas y más de doscientos metros de tul para la larguísima cola) y a la
realeza inmaculada de Kate Middleton también se le añaden algunos ejemplos de
discreción y modestia: La propia reina Isabel, que todavía era princesa cuando
se casó con Felipe el 20 de noviembre de 1947, optó por un vestido no demasiado
ostentoso, ya que su boda tuvo lugar poco después de la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, el caso del vestido de novia de su madre, Lady Elizabeth
Bowes-Lyon, tuvo un enfoque totalmente diferente.
En el día de su boda,
celebrada el 26 de abril de 1923, Lady Elizabeth Bowes-Lyon seguramente no
pensaba que un día llegaría a ser reina por casarse con el duque de York: la
abdicación del trono por parte de Eduardo VIII (para casarse con Wallis
Simpson), hizo que su marido se convirtiese en el rey Jorge VI trece años
después, en 1936. El suyo sería el vestido de novia de una futura reina sin que
ella fuese consciente.
Lady Elizabeth Bowes-Lyon
abandonando su casa para dirigirse a la abadía de Westminster, donde se casaría
con el entonces duque de York. Londres, 26 de abril de 1923. GETTY IMAGES
Un detalle adicional nada
desdeñable es que el vestido de novia de la Reina Madre fue pionero en materia
de protocolo. Corrían los años veinte y las siluetas típicas de las flapper
girls que Coco Chanel reivindicaba en pos de una mayor libertad (no solo de
movimiento) estaban de moda: ¿acaso no era Elizabeth Bowes-Lyon una hija de su
tiempo? Por primera vez en la familia real británica, se bajó la cintura en un
vestido de novia.
El espectacular vestido fue
obra de la diseñadora Madame Handley Seymour, quien, como relata un artículo de
archivo publicado en The Guardian en aquel entonces, también se encargó del
espectacular ajuar de la futura reina. No solo se trataba de un vestido muy
moderno, sino que además incluía un detalle tan novedoso como revolucionario:
Elizabeth Bowes-Lyon quería tener no una, sino dos colas. Una partiendo del
hombro y la otra de la cadera. Una obra maestra con casi un siglo de
antigüedad.
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