El Cañero

30 de junio de 2016

Carretera Miches-El Seíbo

Sélvido Candelaria
Desde hace algunas semanas he venido mirando unas publicaciones sobre el tema de una vía de comunicación subsidiaria que se ha hecho desde el Km. 13 de la carretera Miches-El Seíbo, hasta un proyecto agropecuario que se desarrolla por la zona. Inclusive, entre las personas que han opinado negativamente sobre tal construcción, he sentido que, indirectamente, a quienes no nos hemos pronunciado sobre el tema, nos acusan de insensibles. Por razones de trabajo, primero, y poco conocimiento objetivo del tema, segundo, no había opinado al respecto. Pero ahora tengo un respiro en mis actividades y me he atrevido a ir directamente a la fuente que ha generado la controversia, con el fin de edificarme para emitir mi particular opinión al respecto.
Yo soy enemigo de la depredación del medioambiente, pero enemigo redondo. No oblicuo ni triangular sino, re-don-do. Es decir, si nos vamos a oponer a las ofensas medioambientales, vamos a oponernos a todas. Pero con esto sucede lo de siempre (lo cual he denunciado en más de una ocasión): la doble moral que nos hace linces para una cosa y tapias para otras. Porque, dígame usted… ¿no hay dos carreteras hechas, hace poco, unos tres kilómetros? antes de donde sale esta, que afectan verdaderamente los nacimientos de los ríos Mojica y Jayán. ¿No se ha hecho una carretera a través de los humedales de la charca (eliminando gran parte de ellos) para llegar hasta las playas de Costa Esmeralda y Punta del Rey? ¿No se ha hecho una carretera para subir hasta Montaña Redonda? ¿No se ha hecho una carretera para bajar a Playa Limón? ¿Las personas que visitarán el proyecto de la asociación Tropicalia-Four Seasons y los materiales que se utilizarán para su construcción habrán de llegar a la playa por canoas o dirigibles?

Quizás el Lic. Ángel García, propietario del proyecto donde llega la cacareada carretera, no sea el ciudadano más simpático de Miches. Pero no está haciendo nada diferente a lo que permiten las retorcidas leyes de nuestro país a todos los inversionistas que a ellas se acogen. Entonces, resulta un poco extraño que solo se le cargue el dado a él, sobre todo, cuando ha acompañado su “maldad ecológica” con la siembra de 300,000 plantas de cacao, las amapolas necesarias para darles sombra y, “de ñapa”, 10,000 plantas de caoba para mitigar un poco la pelambre de los potreros por donde se trazó el vilipendiado camino, que son la primera y principal causa de la erosión de nuestros suelos y sedimentación de nuestros ríos.

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