Por José S. Méndez
La economía china ha cambiado todos los esquemas imperantes de la economía occidental, debido a que Pekín ha eclipsado con su armada de bancos estatales el papel del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional, y la Organización Mundial del Comercio, organismos internacionales que imponen condiciones muy restrictivas a los países en vía de desarrollo.
El Estado Dominicano debería tomar como ejemplo el caso de los 45 países africanos de los cuales el crecimiento económico entre esos países y china se estimó en el 2010 en cerca de 115 mil millones de dólares (US$115, 000,000), y va aumentando cerca de un 44 por ciento (44%) al año, con acuerdos comerciales bilaterales que han firmado ya con china. Si para los africanos China es la tierra prometida, a juicio de Serge Michel y Michel Beuret autores de la obra Cinafrica, quienes puntualizan que África es para los chinos la última frontera, el lugar donde hacerse rico, una tierra llena de oportunidades. Y aquí se puede establecer un paralelismo con los chinos que en los años 80 emigraron del campo a las Zonas Económicas Especiales en busca de fortuna.
Estos periodistas Franceses, quienes son expertos en asuntos de economía relacionado con las inversiones de China Continental en África, manifiestan que son cinco las líneas de fuerza de China en su aventura de inversión en África.
La Primera, China no tiene un pasado colonialista; segunda, adopta un enfoque panafricano, a diferencia de los europeos que se limitan a intervenir en los territorios de sus antiguas colonias. Tercera, no supedita la cooperación a parámetros políticos tales como la democracia y la transparencia, la única condición que pone es que no se entablen relaciones diplomáticas con Taiwán. Cuarta, China financia las infraestructuras necesarias, desde presas hasta carreteras y ferrocarriles y las construye eficientemente con su propia mano de obra. Quinta, China es el último régimen centralizado del mundo, capaz de ofrecer un “paquete de modernización” completo.
Debemos recordar que el Primer Foro de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CELAC) que se celebró los días 8 y 9 de Enero del 2015, en Beijing, China, titulado: CELAC. El documento conclusivo, se compone de tres partes. En la primera parte se sintetizan los principales elementos del contexto económico internacional, en que se inserta hoy América Latina y el Caribe. En la segunda parte, se presenta un breve panorama de las relaciones comerciales y de inversión entre la región de América Latina y Pekín. Finalmente, en el tercer fragmento se ofrecen algunas puntualizaciones y recomendaciones, para que se mejoren las calidades de los vínculos económicos entre ambos socios comerciales.Todo esto concuerda con lo propuesto por China Continental hace unos años a América Latina, un ambicioso marco de cooperación, para el periodo 2015-2019, conocido como el “1+3+6” 7, documento que según la CEPAL también abarca el intercambio comercial.
No está demás mencionar las inquietudes que siempre ha manifestado el Secretario General del Movimiento Izquierda Unida, Lic. Miguel Mejía, quien actualmente ocupa el cargo de Ministro de la Política de Integración Regional, sabiendo los grandiosos beneficios que puede alcanzar el Estado Dominicano consolidando un acercamiento con la República de China Continental de manera firme.
El dirigente socialista, Miguel Mejía tiene muy buenas relaciones con los dirigentes del Partido Comunista Chino (PCCH) conoce a cabalidad que existe una cierta manipulación mediática, que da una falsa imagen de China, presentándola como una sanguijuela, pero es todo lo contrario, porque Pekín, aporta capital y conocimiento y los países ofrecen materias primas y trabajo, que son dos componentes muy importantes en la que deben sentar sus relaciones equitativas. Escuchar las voces que con sobrada razón hablan de las ventajas que pueden obtener los países de América Latina y el Caribe acercándose a China Continental, es algo prometedor para las economías de los países en vía de desarrollo, que están sujetos a las normas trazadas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, las cuales no son muy halagüeñas.
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