15 de enero de 2016

La soga y el ahorcado

RAFAEL PERALTA ROMERO

La honestidad de un gobierno no se define en función de lo que digan sus funcionarios, sino a partir de lo que éstos hagan.  Lo saben los voceros  del actual gobierno que se han lanzado al ruedo, con capa y espada,  a defenderlo de los repetidos señalamientos de corrupción. La envalentonada ha incluido  al propio Presidente, Danilo Medina.

Representa una tarea muy engorrosa promover como honrado  un gobierno cuyos ejecutivos, en la práctica, hacen todo lo contrario de ese atributo. ¿Cómo puede ser honesta una administración cuando sus  funcionarios navegan en  la opulencia sabiéndose, como se  sabe,  que hace poco vivían rodeados de estrecheces y penurias?

Es bien sabido que antes de que el PLD  consiguiera el gobierno, sus dirigentes más acomodados transitaban en vehículos modestos (Lada, cepillos, Yugo…) y la mayoría andaba a pie y se cobijaba en viviendas humildes. Hoy van en costosas yipetas (todoterrenos)  y residen  en mansiones ostentosas o en torres de lujo. Todos tienen casas de recreo.

Esos sustentadores del gobierno que preside Danilo Medina son dueños de empresas, hoteles, canales de televisión y cadenas de radioemisoras, supermercados, gasolineras, universidades y plantas de asfalto. Son importadores de combustibles, de automóviles, de bebidas alcohólicas, de cemento y acumuladores de divisas.

Ninguno de ellos podrá demostrar  cómo adquirió su fortuna, que es la primera prueba que debe presentar el Presidente para hablar de gobierno decente.  Medina dijo que “No creo yo que la República Dominicana pueda tener otro gobierno tan honesto como el que nosotros encabezamos”.  Y es para espantarse de tanto cinismo.

Cuando el presidente Medina dice que no habrá un gobierno más honesto que el suyo, quiere dejar en la conciencia de los dominicanos  residuos de conformidad, como si dijese: “Eso es lo que hay, y no hay más nada”. Es una apelación a la inacción: no insistan en buscar nada nuevo, que esto se jodió. Quizá quiere indicar: “Después de mí no hay nada”.

Si el gobierno peledeísta fuera tenido, no como el más honesto, sino como simplemente honesto, entonces el concepto de “gobierno honesto”  viene a ser un conjunto vacío.  El Presidente debe propiciar que cada funcionario –él incluido-  demuestre cómo se ha hecho rico para comenzar a considerar el suyo un régimen honrado.

Es difícil cambiar la realidad, pues los hechos suelen ser obstinados. Pero se le alaba  al presidente Medina y al trío de sus colaboradores que, con bien simulada vehemencia,  han abordado el espinoso tema. Antes se consideraba falta de prudencia  hablar de soga en presencia del ahorcado. Ya vemos que  los propios ahorcados  mencionan y exhiben la soga.

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