Aquel cuerpo tirado en el contén de la acera de la calle Mella, vestido de la cabeza a los pies de impecable blanco, en aquella templada mañana de diciembre 1977, llamó mi atención.
Me acerqué con espíritu samaritano, pero una voz ocre, como la de Sagunto en el cuento radial mexicano, me detuvo en seco: "¡No te preocupes, 'ta vivo, pero muerto de un jumo!" Era la voz de Cocuyo, el hijo del viejo Tinan, quién con toda su fortaleza no había podido tumbarle el pulso a su anciano padre.
¿Quién es? Pregunté azorado. Su respuesta me dejó desencajado: "Es el Allante, quién por vivir de allantoso, no se apea de un jumo, y si sigue así a la muerte no podrá allantar."
La Biblia dice: "Despiertate, tú que duermes, y levantate de los muertos, y te alumbrara Cristo." Efesios 5:14
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