Por Lincoln López
Deseo compartir con mis amables lectores, algunas de las vivencias y reflexiones de un hombre latinoamericano, cuyas vicisitudes a lo largo de la vida por mantener firme sus convicciones, ha logrado templar su pensamiento y su forma de vida tanto pública como privada. Su pueblo lo ha catapultado a la presidencia de la república, y su ejemplo ha trascendido las fronteras hasta convertirse en una personalidad mundial. La mayoría de estas declaraciones están contenidas en el reportaje “Retrato de uruguayo que sorprende al mundo” del escritor J. J. Millás. 2014.
Estuvo preso por guerrillero y por pertenecer al Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros. Tiene en su haber dos fugas de la cárcel, y en su cuerpo, seis heridas de balas.
Estuvo en la cárcel desnudo, con las dos manos y los pies atados a una especie de parrilla. Cada cárcel tenía su especialidad: el ahogamiento con paños empapados de agua…los perros…
Lo llevaban y lo traían de una prisión a otra, de un agujero a otro, como un saco de mercancía inmunda, arrojándolo sin contemplaciones sobre la caja del camión militar y sacándolo a patadas.
Entró a la cárcel con 37 años y salió con 50. De 1972 a 1985 no volvería ver la luz.
Perdió los dientes en el transcurso de las palizas que le atizaban de forma habitual. Conocedores de su diarrea crónica y de sus problemas urinarios los carceleros desoían sus súplicas para que lo condujeran al retrete.
Llegó a comerse el papel higiénico y el jabón. Bebió su propia orina y durmió durante años sobre suelos de cemento.
Pasó años sin hablar con nadie que no fueran las ratas o los insectos que convivían con él o le hacían visitas.
Perdió la noción del espacio y del tiempo, deliró, adelgazó hasta ser capaz de contar cada uno de los huesos de su esqueleto.
Varias veces estuvo al borde mismo de la muerte de donde regresaba alucinado, con los ojos hundidos y sin masa muscular sobre la que sostenerse.
Con el paso del tiempo, se convirtió increíblemente, en el símbolo de una victoria moral sobre sus secuestradores.
Cuando apenas llevaba cuatro días libre, pronunció un discurso político en el que resultaba imposible encontrar un vestigio de resentimiento. Pero, tiempo después, expresó, a los que les gusta mucho la plata, hay que correrlos de la política.
Después dijo que hay que tratar de cambiar las cosas en paz. Y lo ha demostrado.
Rechazó una oferta de un millón de dólares para que vendiera su viejo vehículo (un “cepillo”) en uso durante su gobierno. Además, dona el 87% de su salario para obras sociales. No comparte la opinión de que es el presidente más pobre del mundo. No soy pobre –ha dicho- soy sobrio, liviano de equipaje, vivir con lo justo para que las cosas no me roben la libertad.
Contribuyó a la estabilidad económica. Redujo la pobreza y la tasa de desempleo. En salud y en delincuencia son unas de las tasas más bajas de Latinoamérica...
Retrato de una dignidad: José Mujica. Presidente de Uruguay. Sinónimo de modestia, honradez, seriedad, valentía y transparencia.
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