La fatalidad deja a 12 niños en la orfandad
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Helenny
Amparo
helenny.amparo@listindiario.com
Todas de un mismo
lugar, en el que crecieron, y donde a su alrededor las casitas de madera y zinc
comienzan a transformarse en estructuras de concreto.
Todas,
excepto las de estas cinco mujeres, que junto a sus pequeños sentían
diariamente la brisa filtrada por entre la madera gastada, o las goteras de
agua por los agujeros de los techos de sus hogares.
Ellas, al igual
que otras 40 personas, aproximadamente, vieron donde otros ven peligro, la
única oportunidad de mejorar su estilo de vida y el de sus familias que hoy
cuidan de los 12 niños que entre todas dejaron en la orfandad.
Alba Gil Vásquez
“Yo le decía que
no se fuera. Mira, piensa en tus hijas, ellas te necesitan. Ya ellas son
huérfanas de padre. Ay, no te vayas mi hija. Yo le decía”, recordó Yohani,
quien de vecina pasó a convertirse en una madre para Alba Gil Vásquez, una de
las nueve víctimas mortales del viaje ilegal que zozobró en la playa de
Celedonio, en Miches.
“Muy risueña”, y
“cercana a la gente mayor” de su comunidad, así describen los residentes a la
madre de 31 años que perdió a su esposo en un accidente de tránsito y desde
entonces se enfrentó a la vida “con uñas y dientes, para sacar a sus muchachas
pa’ lante”.
“Para nosotros,
era como una niña, por donde sea que pasaba se paraba a saludar a cualquier
viejito, y uno tenía que salir a buscarla. Eso ya no se ve, a la gente joven no
le gusta hablar con sus mayores, pero esa sí que no era así”, narró uno de sus
tíos.
“Su tío de
confianza”, como dijo él que ella le llamaba, contó que hay “una doña del
campo” que cada vez lo ve sólo le pregunta: “¿Y Alba?, que tengo mucho que no
la veo; ya no viene”, y él, sin responder, sigue su camino.
Alba era “muy
conocida” en El Aguacate, no sólo por su personalidad, sino también por su
entusiasmo de progresar que la llevó a poner un negocio de hacer trenzas tras
perder su trabajo en medio de los primeros efectos de la pandemia del covid-19
en el país.
“¡Uf!, ella se
acostaba hasta a las dos de la mañana haciendo trenzas, y si le llegaban más
tarde ella se las hacía; ella era muy rápida”, expresó Yohani, al tiempo que
resaltó “eso era un día, y los otros días ella pasaba mucho trabajo”.
Mejor hogar para
sus hijas
Fue precisamente
su destreza para estos peinados lo que le facilitó conseguir supuestos
trabajos en Puerto Rico, adonde se dirigía la embarcación que naufragó.
“Ella ya tenía
tres trabajos allá, lo que se ganaba aquí haciendo 10 trenzas, se lo iba a
ganar con una sola”, reveló una de sus tías.
A esta posibilidad
se sumó, también, la recurrente queja de Alba de que su casa era la única
“malita” y que sus hijas merecían un hogar mejor.
Tan pronto como la
noticia de que su hija se iría llegó a oídos de su padre, Orlando, este se
comunicó con ella para persuadirla.
“¿Qué es lo que tú
quieres mi hija?, si yo puedo yo te lo doy, pero no te vayas. Y ella me dijo:
‘está bien papi, ya yo desistí, ella me dijo’ ”, indicó Orlando.
Lo último que se supo de Alba fueron las instrucciones que dio a sus vecinas más cercanas: “Cuídenmelas, cuando yo llegue yo las llamo y no le digan a papi”.
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