Por: RAFAEL AUGUSTO SÁNCHEZ HIJO – Hoy.com.do
He dicho en trabajos anteriores que el problema
haitiano es social, histórico, político, diplomático, cultural, económico y
sobretodo humano.
A los gobiernos de los países emigrantes esta
salida ilegal de nacionales les produce una especie de tubo de escape para
evitar brotes sociales, aunque en este momento la crisis en Haití ya pasa del
caos. Jamás se había visto, pudiendo tener un desenlace de imprevisibles
consecuencias.
Hasta ahora la ayuda recibida ha tenido efectos
negativos, porque ha servido para que se aprovechen tanto los gobernantes
haitianos, como los empresarios, gente de poder económico y hasta algunas ONG,
si no pregúntenle a la Fundación Clinton qué hicieron con los millones de
dólares que recibieron en ayuda internacional para construir casas. ¿Cuántas
casas se construyeron? Ni una. Todas las ayudas han sido para conseguir
beneficios económicos para los ya mencionados. Esa política de saqueo nacional
e internacional es la que ha generado esa caterva de golpes de Estado que ha
tenido Haití y la costumbre de emigrar. A los capitales extranjeros lo que más
les interesa es la explotación minera. También pregúntenle a los Clinton si no
es así.
La principal tabla de salvación de Haití sería
regenerar la colapsada agricultura, la cual ha sucumbido por falta de
educación, depredación y de supervivencia.
Estas potencias económicas internacionales han
observado siempre una doble moral: por una parte dicen defender los derechos
humanos y por otra han defendido sus intereses aun a costa del bienestar del pueblo
haitiano. Humildemente creo que debemos exigirle a ellos (Estados Unidos,
Canadá, Francia, Alemania, etc.) que vayan con la idea de proporcionar una
ayuda verdadera y puedan vivir dignamente. Que los ayuden con educación, que
los enseñen a reforestar, cuidar sus fuentes de agua, construir sus propias
viviendas, etc.
Los problemas de Haití, como los de África no
son ni de Haití ni de África, sino de toda la humanidad. Estos se resuelven
erradicando la pobreza en esos países. Esa migración es sencillamente una forma
de subsistencia y no se resuelve ni con un muro de bronce. La Valla de Melilla
es una doble barrera de 12 metros de altura situada en los límites de la ciudad
española de Melilla con Marruecos, en el norte de África y en territorio
español. Su propósito es dificultar o impedir la entrada de inmigrantes
ilegales.
Ni los alambres con cuchillas que provocan
profundos cortes en las manos y piernas de quienes intentan saltar, ni las
balas de gomas disparadas por la Guardia Civil, han impedido que los africanos
sigan intentando llegar a España. Aunque las cuchillas fueron retiradas por
orden de Zapatero, las mismas fueron colocadas nuevamente por orden del
Ministerio de Interior, pero nada los detiene. Prefieren morir en su intento,
que morirse de hambre. Ese mismo testimonio en versión dominicana, me lo
confesó un indigente dominicano en la década de los ochenta. Me dijo que había
intentado viajar a Puerto Rico en tres ocasiones y que siempre lo devolvían. Me
expresó que prefería que lo metieran preso aquí o allá o que se lo comieran los
tiburones en la travesía, antes que morirse de hambre en el país que lo vio
nacer.
El día que aprendamos a analizar correcta y
objetivamente las causas de la migración haitiana y no los efectos, empezaremos
a comprender y resolver el flagelo de la migración ilegal que nos afecta a
todos los dominicanos. Entonces, ¿Qué podemos hacer los dominicanos? Lo primero
es exigirle a las potencias que quieren endosarnos a nosotros el problema, que
hagan conciencia primero, que es imposible que nuestro país pueda asumir
económicamente esa carga, y segundo, que este no es solo un problema nuestro,
sino de la humanidad toda. Que tenemos que empezar a pensar como especie. Que
los que viven bien tienen la responsabilidad de ayudar a los que viven mal. Y
que toda ayuda que la Comunidad Internacional provea a nuestro vecino será en
beneficio no solo de los haitianos sino de ellos mismos, porque no tendrán la
constante presión de la llegada de estos inmigrantes ilegales que les perjudican
sus economías y sus culturas. No pueden considerar los recursos que ellos
provean como un gasto, sino como una inversión para su propio beneficio.
Los errores cometidos no pueden llevar a
renegar de la vida ni de la lucha para seguir adelante. Se puede empezar y
arrancar de nuevo. Debemos crearle conciencia a esos países desarrollados que
los derechos humanos que ellos propugnan son para todos. La ONU está incluida
de manera preponderante en nuestra petición.
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