“Me voy a
tener que ir de este país”.
Eso me dijo
Mario, un amigo acá en Miami, tras enterarse esta semana de que el gobierno de
Donald Trump había cancelado la extensión del programa de protección temporal
(TPS), gracias al cual cientos de miles de venezolanos pueden vivir y trabajar
en Estados Unidos.
Mario no es
venezolano y tiene visa de trabajo en EE.UU., por lo que su situación personal
no está comprometida, pero su pareja tiene TPS y si lo pierde, no podrá
permanecer ni trabajar acá.
Su caso no es
el más dramático de los que ya estamos conociendo en los primeros días del
gobierno de Trump, pero sus palabras fueron el primer impacto cercano que he
sentido de la nueva política migratoria de EE.UU., que va mucho más allá de los
indocumentados.
Además de la
incertidumbre de los venezolanos con el TPS, esta semana en BBC Mundo hemos
contado el arresto de un hondureño en una iglesia, lugar hasta ahora respetado
en el que se evitaban detenciones de migrantes; el duro relato de uno de los
colombianos deportados por los que se produjo una disputa diplomática entre
Trump y Gustavo Petro; cómo Chicago se convirtió en la "zona cero" de
las deportaciones; y la orden de Trump de expandir el centro de detención de
Guantánamo para 30.000 migrantes.
Un aluvión de
noticias, de decisiones, con un mensaje claro de Trump para aquellos que
piensan en migrar a Estados Unidos: "No vengan".
Pero también
para los que están ya acá, incluidas las personas que llevan años haciendo los
trámites exigidos para quedarse legalmente y que ahora sienten que su vida está
en un limbo.
Incluso para
aquellos como yo que hemos tenido la fortuna de llegar con una visa y un puesto
de trabajo asegurados de antemano, emigrar a EE.UU. siempre costó tiempo,
esfuerzo y dinero.
Las menos de
dos semanas de gobierno Trump ya muestran que ahora será aún más difícil.
No hay comentarios:
Publicar un comentario