La crisis climática no es el futuro: es nuestro presente. Entrevistamos una de las principales activistas del movimiento Fridays for Future, que hace un llamamiento en el Día de la Tierra.
POR
FERDINANDO COTUGNO Vanity Fair
TRADUCIDO
Y ADAPTADO POR DARÍO GAEL BLANCO
La suya
era una perspectiva diferente a la europea, que hasta entonces siempre había
decidido cuáles eran las prioridades del movimiento ecologista. Su perspectiva,
en cambio, es la de un continente que no provocó la crisis climática pero que
está padeciendo sus efectos más devastadores.
Vanessa
se abrió paso, con una fuerza y visión no muy distintas a las de Martin Luther
King en 1960. Con ella surgió una nueva geografía de capitales del activismo
ecologista: Manila, Delhi, las islas del Pacífico y Kampala, su ciudad.
Aquello
no fue precisamente un picnic: el mundo no estaba preparado para alguien como
ella. En 2019, borraron a Nakate de las fotografías de una protesta contra el
Foro Económico Mundial de Davos (en Suiza).
Junto a
ella estaban Greta Thunberg, Luisa Neubauer e Isabelle Axelsson, las líderes
europeas del movimiento Fridays for Future ("Viernes por el futuro"):
un diligente diseñador gráfico de Associated Press recortó de la foto a la
única persona negra y africana allí presente.
El suyo
fue un reflejo condicionado involuntario (y por ello aún más grave), además de
una prueba fehaciente de lo mucho que urge ampliar nuestra percepción de lo que
significa combatir el cambio climático desde una perspectiva no blanca, ni
urbana ni eurocéntrica.
Vanessa
tiene ahora 26 años y no solo ha vuelto a la palestra, sino que se ha
convertido en el rostro de una esperanza que traspasa las líneas heredadas del
colonialismo, es una de las activistas más famosas e influyentes del mundo y
sigue pidiendo lo mismo que en 2019: un futuro y una salvación para su pueblo,
un mundo que deje atrás los combustibles fósiles y la carga de dolor, miedo,
muerte que traen consigo.
No
podemos sino empezar por aquí: ¿cuál es la perspectiva africana con respecto a
la emergencia climática?
Vengo de
un país que está cambiando más rápido de lo que puede adaptarse, las
inundaciones son una destrucción constante, todo lo importante —la agricultura,
los hogares, las escuelas, las vidas humanas— se encuentra en peligro.
Necesitamos recursos para capear esta tormenta que los países desarrollados
siguen tardando en proporcionarnos, y necesitamos que esos países dejen de
contribuir al calentamiento global. Y si miro más allá de Uganda, veo la sequía
en el Cuerno de África y el sufrimiento que está provocando a 20 millones de
personas. En mi último viaje allí, vi morir a un niño delante de mí en el
hospital. La crisis climática ya no es nuestro futuro, sino nuestro presente.
¿Qué es lo
último que le ha dado esperanza?
Las
huelgas mundiales por el clima llevan dándome esperanza desde 2019, cuando se
pusieron en marcha las primeras. Los jóvenes siguen luchando, el hecho de que
haya un movimiento global contra el cambio climático es lo que más fuerza me
da. Otro mundo no solo es posible, es necesario, y siempre se empieza por ahí.
Han
pasado cinco años desde las primeras huelgas y este movimiento ha cambiado las
prioridades del mundo, pero aún está lejos de tener un impacto real. ¿Hay algo
que Fridays for Future podría haber hecho de otra manera?
Hicimos
todo lo que estuvo en nuestra mano para abrir los ojos del mundo entero a la
crisis climática. La pregunta que usted me hace yo se la haría a los líderes
del mundo, a las personas que ostentan el verdadero poder para cambiar las
cosas. ¿Qué han hecho para cuidar de nosotros y de nuestro futuro? No somos
nosotros quienes llevamos a cabo o permitimos proyectos devastadores como el
oleoducto EACOP, el oleoducto calefactado más largo del mundo, para transportar
petróleo de un parque nacional de Uganda a Tanzania.
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