Por: Ramón Leonardo
Justo allí, frente a mí, estaba con su
hermosura imponte el Pico Diego de Ocampo, el pico cimarrón por sus luchas y
testigo silente de la “historia y la pasión” de Santiago.
Reanduve los caminos de la loma, que apenas a
mis trece años subí junto a mi hermano el Lic. José Leoncio Blanco y mi buen
amigo Eugenio Marichal.
El jadeante ritmo de la caminata fue calmado
por la emoción que me embargó al ver la ciudad desde lo alto.
Después navegué, una vez más en mis recuerdos
por el “Yaque Dormilón” en aquella piragua construida por la primera patrulla
de Scout Marinos del país, la patrulla Barracuda. Los nombres de Simón López,
Marcos Villamán, Guido Llenas, Chico González, Manuel García, etc., aún viven
en mi adulta memoria.
Pero más atrás en el tiempo, recordé los días
familiares en el balneario, frente a la famosa piedra, desde donde se tiraban
los más diestros nadadores.
Aquel Yaque caudaloso acariciaba los bordes
de la ciudad y con su contoneo de serpiente altiva y vibrante, bañaba con
ternura la “Ciudad Corazón”.
Y con la fiesta familiar en la cabeza, no
pude menos que remontarme al mirador del Hotel Mercedes, que los domingos se
llenaba de música y comida, para hacer del lugar, una
recreación tan sana, como la del “Ellas
Dancing Club “creado por mis padres Leoncio Blanco y Aglae Quesada, un sitio
familiar para su sano entretenimiento.
De la misa en la Iglesia la Altagracia y las
retretas dominicales no me pude escapar. Mis años de estudiante en la Academia
Municipal bajo la dirección del Prof. Julio Cesar Curiel. El solfeo Eslava y
las clases de trompeta estaban ahora tan presente, como la sonrisa de Emilio
Cueche y Rodolfo Fernández al niño Ramón Leonardo.
La música me condujo a la Guitarra, al
Acordeón Piano y la canción. Y con la declamación de Chico González a mi lado y
los muchachos del Barrio Sávica, Mejoramiento Social, el Egido y la “Calle del
Pantalón”, Santiago abrió sus noches para pregonar serenatas.
Desde el ambiente preparatorio, que podía
incluir un pollo "robao", la noche se mezclaba de ensayo, la lista de
muchachas a cortejar y no era extraño encontrar en nuestra andanza al Sindico
Gobaira supervisando el ornato de la ciudad. Definitivamente, las serenatas son
en el recuerdo, una parte importante de Santiago.
Nací justo en la falda de la histórica
Fortaleza San Luis, allí donde se inicia la calle del mismo nombre y por lo
tanto mis días de juego infantil con mis hermanos alrededor del entonces
Palacio de Justicia, están aún vivos y presentes, con nostalgia de niño mimado,
que quiere para si todos los juguetes de la tierra.
Y aquí en el Monumento, donde la memoria se
regresa con facilidad precoz y alegre, he comenzado a subir uno por uno los
peldaños que me llevan a la cumbre, no recuerdo haberlos contado entonces, pero
sé que llegue a contarlos alguna vez...
Para llegar a la cima del monumento prefería
subir corriendo por la escalera que usar el ascensor y al llegar a la cúspide
del esbelto Monumento dar un par de vueltas, con mis padres sujetándome y
volver a correr escalera abajo sin descansar.
Santiago en mis recuerdos, cuantas gotas de
memoria se escapan en el tiempo, pero hay algo que jamás se agota: el amor por
esta ciudad y su gente.
Hay tanto del ayer que rescatar y preservar y
tanto del hoy que restaurar, que sería bueno que todos nos sentáramos a pensar
sí el Santiago que tenemos es lo que queremos y si no es así... entonces
volvamos a reconstruirlo a partir de nuestros recuerdos hermosos.
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