Venía con un palo atravesado en cruz sobre sus hombros, y en cada extremo un enorme racimo de guineos verdes que daban equilibrio a su esquelética figura, que descendía a pasos rápidos y firmes a la orilla de la carretera, que serpenteaba en zip zap la Cordillera Septentrional camino a Navarrete.
"Benito, ven para llevarte", la voz de Armando Bueno, se escuchó desde su camioneta mientras se detenía esa tarde nublada, para dar acto a su ofrecimiento a pocos pasos de la casa de Herminia y Juan Agustín López, en La Lomota.
La respuesta de Benito, el hijo de Siberia, sorprendió a todos: "¡No, porque voy de prisa!".
La Biblia dice: "Por lo tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nubes de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante." Hebreos 12:1
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