Hablamos con el cantante de sus comienzos en la música, cómo vive junto a Ana Belén un amor de medio siglo, cómo lograron el respeto de la prensa y la dura experiencia que fue la enfermedad de su madre.
POR ÁLEX ANDER - Vanity Fair
¿En algún
momento ha sentido miedo ante la posibilidad de quedarse dormido en los
laureles de sus propios éxitos?
No, porque no
he sido nada complaciente con mi trabajo. Hago mi trabajo con mucho entusiasmo
y, cuando lo acabo, ya estoy pensando en otra cosa, en inventarme otro trabajo,
porque la mía es una profesión que te vas inventando cada día y cada año. Ha
habido momentos de mucho éxito, en los que no me he recreado, y también
momentos más duros. Vas valorando el éxito en función del
fracaso.
Cuando las cosas te van regular, valoras mucho la posibilidad de tener éxito.
Pero hoy
podría dejar de trabajar y vivir de las rentas…
Sí, claro,
claro. Podría hacerlo perfectamente. Aunque no sé, porque ahora la vida se
alarga tanto que igual no me llegaban [risas].
BILLIE
EILISH: LA MISMA ENTREVISTA, SEIS AÑOS DESPUÉS
Hablando de
rentas, ¿deberían los más ricos pagar más a Hacienda?
Creo que sí
deberían hacerlo las grandes empresas, esas grandes multinacionales que siempre
tienen vías de escape para pagar mínimas cantidades en cada país en el que
están. Eso sí que me parece una estafa social.
Creo que los
vecinos del pueblo asturiano donde nació todavía le mandan matanza y cosecha.
¿Le sigue teniendo mucho apego a aquel lugar?
Sí, me gusta
mucho. La verdad es que el lugar donde pasas los primeros años de tu vida es un
pozo que nunca se seca, estás sacando agua de él durante toda la vida. Los
recuerdos de la infancia son muy poderosos. Yo no tengo casa allí, pero sí
tengo todavía algunos familiares, aunque los principales se hayan ido muriendo.
Me gusta mucho volver, sobre todo, por cómo me tratan. Para ellos, en muchos
casos, soy casi como alguien de la familia. Hace unos días, estaba firmando
discos en unos grandes almacenes en Oviedo y había allí un chavalín que debía
tener unos veinte años o así. Cuando le firmé el disco y ya se despedía, me dio
unas palmaditas en la espalda mientras me decía: ‘Venga, Vitorín’. Ellos están
acostumbrados a verme como a algo más de casa porque, seguramente, en muchas de
sus casas hay un disco mío que han visto por allí desde pequeños.
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