27 de junio de 2023

LAS CAMPAÑAS DE DIFAMACIÓN Y LA INJURIA

 José Sing


Difamar significa quitar la buena fama, desacreditar a una persona u organización mediante la divulgación de mentiras o medias verdades sobre sus acciones o desempeño.

Algo muy distinto es la injuria. Mientras que la difamación tiene la intención de desprestigiar, ensuciar el buen nombre y causar daño al honor o la reputación de la persona o grupo, la injuria agrede aspectos subjetivos o personales de su blanco de ataque y pretende crear una imagen negativa basada en una evaluación mal intencionada.

De modo que, por ejemplo, decir que alguien es un borracho o que es un vividor podría ser injurioso, ya que se dirige a aspectos personales; pero decir que es corrupto (sin tener evidencias) puede catalogarse como difamatorio, porque desacredita su accionar en relación con los demás, o sea con la sociedad.

Grupos en conflicto suelen usar la campaña difamatoria cuando existen intereses contrapuestos, lucha y competencia. Se presentan en los ámbitos polí­tico y comercial, así también, una persona la puede patrocinar con el fin de destruir el prestigio o buen nombre de otra. Estas campañas se fundamentan en mentiras o en la manipulación, con frecuencia se basan también en ciertos hechos reales sacados de contexto y dan pie, de manera maliciosa, a insinuaciones que promueven una imagen distorsionada del blanco de ataque. Son estructuradas, planificadas y llevadas a cabo por diversos medios y personas y muchas veces el instigador directo o quien las financia permanece oculto.

Este tipo de campaña puede llegar a producir un gran daño a la imagen de quien ha sido seleccionado como blanco y repercutir de manera importante en su posicionamiento en la mente del público. Sin embargo, manejar estos ataques adecuadamente representa una oportunidad para identificar a los verdaderos antagonistas y revertir los efectos negativos hacia el instigador o autor de dicha campaña, el cual puede terminar siendo desprestigiado y reducido en su poder e influencia.

Como las campañas incluyen factores coordinados de tiempo, medios, temas e incluso el uso del rumor, resulta relativamente fácil saber si realmente se trata de una campaña o simplemente de algunos comentarios adversos pasajeros.

Lo primero que se debe hacer al momento del manejo es investigar a la persona u organización blanco de la campaña y obtener los datos verdaderos acerca de sus actividades pasadas y presentes. En el caso de una organización, el manejo incluye auscultar sus procedimientos internos, su grado de efectividad o eficiencia, sus estadísticas, sus logros, además de sus deficiencias y fallas. Lo segundo es descubrir el origen de dicha campaña e investigar tanto a los difamadores directos como a quien promueve y financia. Los hallazgos pueden ser sorprendentes y finalmente, se descubrirá la verdadera intención.

Es a partir de todo lo anterior que se puede iniciar el manejo público, de lo contrario no valdrá la pena invertir tiempo y recursos para afrontar campañas de este tipo. Se debe tomar en cuenta que la difamación NUNCA se lleva a cabo en busca del bien común, ni por una causa justa.

En la República Dominicana hay personas y oficinas que prestan servicios de creación y montaje de campañas difamatorias. Por mi parte, en mi ejercicio profesional, me ocupo de todo lo contrario: darle una respuesta adecuada y eficaz a estas campañas, a fin de preservar la reputación de quien ha sido escogido como su blanco.

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