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16 de enero de 2014

El mito de la reina indígena

opinion 09
Por Emilia Pereyra

Bizarra, transgresora y prominente cabeza de una raza oprimida y devastada, Anacaona, cacica de Jaragua y de Maguana, es una referencia lejana en la memoria dominicana, a pesar de su importancia histórica.


El rol que desempeñó como lideresa y los singulares talentos de su personalidad han determinado que perviva el recuerdo de esta mujer, descrita en diversos textos de la primera etapa de la Colonia española y en otros de la contemporaneidad.

No obstante, el recuerdo de Anacaona no es vivo ni constante. No se le evoca con tanta frecuencia, como a otras figuras de la historia nacional. Aunque forma parte del panteón heroico de la primera época colonial, pues murió ahorcada a manos de los españoles en 1503, por órdenes del gobernador Nicolás de Ovando, para dar un “ejemplo” a la población taína, no es frecuente en estos tiempos leer sobre su vida ni escuchar acerca de sus proezas y tormentos.

Pero es estimulante constatar que la existencia y circunstancias de la cacica, hermana de Bohechío y esposa de Caonabo, continúan despertando el interés de personas vinculadas a la investigación histórica y a la cultura, que han considerado necesario profundizar sus indagaciones para aportar una visión más amplia sobre esta mujer, ponderada por su belleza, condiciones artísticas y valentía.


La cacica Anacaona, quien según el cronista Mártir de Anglería componía areítos, es precisamente objeto de estudio en la actualidad de la acreditada crítica literaria y especialista en literatura hispanoamericana Catharina Vanderplaats de Vallejo, quien recientemente pronunció en la Academia Dominicana de la Lengua una bien documentada conferencia titulada “500 años de construcción ideológica de la Flor de Oro”, que alude al apelativo de la jefa taína.

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