8 de julio de 2022

Boris Johnson busca una tercera vía para su salida: dimite como líder conservador, pero se aferra al cargo de primer ministro


 Vanity Fair
La rebelión de los conservadores, con la dimisión de una treintena de ministros y altos cargos en menos de 24 horas, ha conseguido forzar la marcha del primer ministro. Que, de momento, anunciará la semana que viene cómo se producirá su relevo.

Se acabó. El primer ministro británico Boris Johnson acepta al fin que ha de dimitir, al menos como líder del partido, incapaz de contener por más tiempo la rebelión de los conservadores –acompañada de una cascada de dimisiones de ministros y secretarios de Estado que ha dejado al Gobierno incapacitado– contra el que todavía era su líder. Incluso defenestrando a uno de sus mayores aliados y referente del partido, el ministro Michael Gove, destituido tras presionarle anoche para que dimitiese. A Johnson casi no le quedaban apoyos: hasta la ministra de Interior, Priti Patel, gran apoyo del primer ministro, le dejó claro en persona anoche que no podía continuar. Johnson, que se ha aferrado al cargo hasta el último minuto, ha terminado aceptando su marcha como ha hecho todo en su poco convencional mandato, desde 2019 hasta hoy: a su manera. El todavía primer ministro ha presumido en su breve discurso que la “increíble mayoría” con la que fue elegido es la que le animó a continuar, pero que “el rebaño” le ha apartado finalmente.

Johnson ha presumido de los logros de sus tres años en el poder y las promesas que le quedaba por cumplir, incluyendo “el liderazgo occidental contra Putin”. “He intentado persuadir a mis colegas que sería excéntrico cambiar ahora de Gobierno”, reconoció, pero en vano. Ahora quiere gobernar el cambio y los tiempos de liderazgo, pero los últimos dimitidos, como el ya ex ministro de Ciencia, Thomas Freeman, no aceptan el movimiento, y piden que Johnson se disculpe ante la reina, nombre a un primer ministro provisional, y entregue inmediatamente el poder. Algo que no está en los planes de Johnson, pero puede que sí en los de los conservadores rebeldes.

El escándalo sexual protagonizado por Christopher Pincher, número dos del grupo parlamentario, se convirtió en la crisis definitiva de Johnson, que aspiraba a dejar atrás otros escándalos como las fiestas en su residencia durante las restricciones por la pandemia. La dimisión de Pincher –señalado desde hacía meses por sus abusos sexuales– hecha pública a finales de la semana pasada no sirvió para relajar la presión sobre Johnson, acusado a su vez denunciaban por haber mentido, encubierto y nombrado a Pincher, desdeñando las acusaciones contra él.

El de Pincher no ha sido el primer escándalo sexual de los conservadores esta temporada –casi uno de cada 10 está bajo investigación actualmente–, pero el hecho de que algunas informaciones apuntasen a que el primer ministro era consciente desde al menos 2020 de que su protegido no era una opción limpia desató la rebelión final contra Johnson. El primer ministro había sobrevivido hacía pocas semanas a una moción de confianza de su propio partido en su contra –con el 41% de los diputados conservadores a favor de que se fuese–, pero en esta ocasión se sumaron bastantes más a los que no querían la continuidad del primer ministro.

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