Algunos han tenido que dejar de utilizarlos por la polémica que genera hacer ostentación de un lujo extremo, pero otros siguen disfrutando de ellos sin reparos.
POR Paula Peña – Vanity Fair
Un Wajer 55 para Máxima y Guillermo
Los últimos en adquirir un yate de lujo han sido los reyes de Holanda.
Máxima y Guillermo se hicieron con uno el verano pasado por el módico precio de
dos millones de euros, para recorrer los mares de Grecia, donde tienen una
propiedad. Sin embargo, su primer viaje no les salió bien y tuvieron que
volver: se filtró su salida en plena pandemia, polémica mediante. Además de los
dos millones de euros, el barco le ha costado a la familia real holandesa una
pérdida considerable de popularidad en el país, de la que no se han recuperado.
El modelo de barco es un Wajer 55 con 16 metros de eslora, y se
considera el superyate más pequeño del mundo. Con él surcan el Egeo y lo
amarran en su propiedad de Doroufi, Kranini, que tienen desde 2012 y que ocupa
más de 4.000 m2. Este verano, ya se han resarcido de esa experiencia agridulce
a bordo de ‘Alma’ –así lo llaman por Alexander y Máxima–, sin parecer
preocupados por las críticas. Ya pidieron perdón el año pasado por comprarlo,
por salir del país cuando las recomendaciones sanitarias dictaban lo contrario,
y por posar sin mascarilla con el chef de un restaurante.
Viejas glorias retiradas para los eméritos de España
En la cara opuesta de la moneda están los reyes de España, que antaño se
encontraron en la misma situación que los holandeses. El emérito don Juan
Carlos disfrutó por última vez en 2012 de su cuarto yate Fortuna, denominación
por la que se conocen los barcos que la familia real española. El primero fue
de clase Dragón –un tipo de embarcación de vela– y lo utilizó para participar
en los Juegos Olímpicos de Múnich en 1972. Lo renovó por última vez en 2000 con
el mismo nombre. Con 41 metros de eslora, el disfrute del último Fortuna iba
acompañado de polémica por el alto coste que suponía utilizarlo: 25.000€
rellenar su depósito entero.
El yate fue un regalo de varias empresas baleares era para uso y
disfrute de la familia real; pero pertenecía a Patrimonio Nacional, la
institución pública que gestiona inmuebles de alto valor, como los palacios de
la misma familia. Su construcción costó unos 18 millones de euros, pero fue
vendido a Valeria en 2014, bajo el nombre de Foners y por menos del 10%: 2,2
millones. El interés de la empresa naviera no era histórico, sino técnico. Eran
atractivas las cinco turbinas Rolls Royce de la embarcación. Alimentadas por
gas-oil, Baleària pretendía modernizarlas convirtiéndolas a gas licuado y
aprovechar su potencia de una forma menos contaminante, eso sí, en otras
embarcaciones. El destino del Fortuna sería la reventa o el alquiler, pero con
otras turbinas menos potentes y más económicas.
'Britannia', otro yate jubilado
A la reina de Inglaterra le sucedió algo parecido. Isabel II tuvo que
dejar de utilizar el yate Britannia en 1997 por el elevado coste que suponía
mantenerlo y nunca lo ha reemplazado. La embarcación era tan querida por la
monarca que, cuando la retiró, dejó escapar uno de los pocos llantos que le
hemos visto en público. El HMS Britannia fue puesto en marcha en 1953 y lo
utilizó en grandes ocasiones, viajes internacionales oficiales, además de
prestarlo a sus familiares. El príncipe Andrés de York y Sarah Ferguson lo
utilizaron en su luna de miel, así como el príncipe Carlos y Diana de Gales.
Desde su retirada, se encuentra amarrado en un puerto de Edimburgo como
atracción turística; aunque en 2011 lo cerraron para celebrar la fiesta previa
a la boda real de Mike Tindall y Zara Phillips.
Que el Britannia no estuviera disponible tras la del príncipe Guillermo
y Kate Middleton, celebrada en 2011, no impidió que la pareja de recién casados
se subiera a un yate en su luna de miel y en diferentes vacaciones posteriores.
Prueba de ello son las polémicas imágenes que la prensa británica publicó –y
después tuvo que retirar– de la duquesa de Cambridge haciendo topless. Sus
viajes demostraban que la familia seguía disfrutando de los barcos, aunque hace
años que no vemos imágenes de los miembros de la corona en uno. A excepción del
marido de Eugenia de York, Jack Brooksbank, y su último y polémico viaje a
Capri: en un barco con modelos.
Aunque todos lo utilizaron y disfrutaron, quizás el miembro que más uso
hizo de él fuera el duque de Edimburgo, como Gran Almirante de la Marina
Británica que fue. Según el tabloide británico The Telegraph, Isabel II podría
estar pensando en construir otro en homenaje a su difunto marido. Su amigo Sir
Donald Gosling ya le dejó una herencia de 59 millones de euros para
construirlo, cuando falleció en 2019. La nueva embarcación se llamaría HMS
Prince Phillip y el mismo príncipe estuvo involucrado en su diseño. Solo hay un
inconveniente: los rumores ya han generado controversia porque se cree que la
construcción podría superar los 200 millones de euros. Solo la reina decidirá
si el gran tributo llega a buen puerto.
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