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10 de junio de 2025

Anousheh Ansari, la primera mujer que se pagó su propio viaje al espacio: “No creo que el acceso sea solo para el turismo, debemos usar sus recursos para mejorar la Tierra"

Pasó 11 días en órbita con el astronauta de origen español Miguel López-Alegría. En 2006, mucho antes de que Katy Perry volara a 100km de altura, Anousheh Ansari hizo Historia. No la llamen turista espacial.

Por Mónica Parga       Vanity Fair

Anousheh Ansari (Irán, 1966) escribió en su testamento que si no lograba cumplir su sueño de ser astronauta, enviaran una parte de sus cenizas al espacio. Pero tuvo que actualizarlo. En 2006 la empresaria se convirtió en la primera mujer en pagarse su propio viaje fuera de la atmósfera y la cuarta persona en hacerlo. Entrenó con la agencia rusa, despegó desde Kazajistán y pasó 11 días en órbita, nueve de ellos en la Estación Espacial Internacional (ISS por sus siglas en inglés), donde participó en experimentos científicos junto a cosmonautas profesionales. Transcurriría más de una década para que el concepto de turismo espacial acaparase titulares y nombres como Elon Musk, Jeff Bezos o Richard Branson se disputaran el liderazgo de un mercado que para 2030 podría alcanzar los 3.000 millones de dólares de valoración.

Su camino es muy distinto al de estos magnates. Ansari, que nos recibe con motivo de su participación en Starmus La Palma, el festival de ciencia y música cofundado por Brian May —astrofísico además de guitarrista—, se enamoró del firmamento durante las calurosas noches de su infancia en Mashhad, en la frontera con Turkmenistán y Afganistán, cuando la falta de aire acondicionado los obligaba a dormir bajo las estrellas. “Soñaba sobre los otros mundos que habría ahí fuera, en esa oscuridad misteriosa. Aquello se convirtió en mi refugio”, me cuenta. Sus padres se divorciaron cuando ella tenía cinco años, y a los 12 estallaron las revueltas contra el sah, quien había arrebatado todo a su familia paterna. “De niña, mi vida se alteraba continuamente. Esas circunstancias, el estar siempre en modo lucha o huida, me ayudaron a desarrollar la resiliencia. Aprendí que el cambio es una constante y que nunca puedo contar con nada permanente. Cuando estaba pasando por momentos difíciles, me escapaba a ese lugar imaginario allí fuera. Creo que eso fue lo que me salvó”.

A los 16 años emigró a Estados Unidos sin apenas dinero ni hablar inglés. Nada más subir al avión se quitó el hiyab. “Venía de un país en el que, especialmente después de la revolución, se habían arrebatado muchos derechos a las mujeres. América era para mí una tierra de oportunidades. Sentía que si trabajaba duro, nadie podría impedirme conseguir todo y más. Creo que eso es lo que la mayoría de los inmigrantes espera, y eso te da fuerza para construirte una nueva vida. Ese fue mi caso”, explica la iraní-estadounidense. Su talento para las ciencias y las matemáticas, el lenguaje universal, la hizo destacar. Se graduó como ingeniera informática en George Mason University (Virginia) y realizó un máster en ingeniería eléctrica en George Washington University (Washington D.C.) mientras trabajaba en una firma de telefonía. En 1993, junto a su marido Hamid Ansari y su cuñado Amir, cofundó una empresa de comunicaciones, Telecom Technologies, Inc., en Texas, con la que patentaron varios avances en el enrutamiento de llamadas.

Pero no había olvidado aquel deseo nacido en las noches de verano en Mashhad. “En mi corazón, estaba decidida a encontrar la manera. No sabía cómo ni cuándo”, cuenta. En el año 2000 vendió su compañía por cerca de 550 millones de dólares. 

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