Voces y ecos
RAFAEL PERALTA
ROMERO
La conquista
más importante de las elecciones del 5
de julio es la demostración, por parte
del pueblo dominicano, de que es posible
vencer al dinero que desvergonzadamente
se echa a correr para comprar adhesiones
y vulnerar la voluntad de los votantes. Predominó la vergüenza contra el
dinero.
También quedó
claro que es posible derrotar al poder.
Muchos dominicanos han llegado a creer que es inútil luchar contra quienes
ejercen el gobierno, con altanería y sin pudor alguno, como lo ha hecho durante
los últimos dieciséis años el Partido de la Liberación Dominicana.
Todas las
circunstancias concurrieron para que el
Partido Revolucionario Moderno ganara
esas elecciones y el economista Luis Abinader fuera elegido presidente de la
República Dominicana. Pero el pueblo fue suficientemente cauto para repartir
porciones de gobernanza a través del
Congreso Nacional, el más importante poder del Estado.
El Poder
Legislativo había sido reducido en gran proporción a la condición de apéndice
del Ejecutivo, porque la mayoría
peledeísta en ambas cámaras se trocó en instrumento de las ambiciones y planes
antidemocráticos del presidente Danilo Medina.
Por eso las elecciones, al nivel legislativo han resultado un cataclismo
para el PLD.
Las elecciones
del 5 de julio han significado un apocalipsis. El Diccionario académico define
esta palabra así: “Fin del mundo. U. t. c. f.2. m. Situación catastrófica,
ocasionada por agentes naturales o humanos, que evoca la imagen de la
destrucción total. Un apocalipsis nuclear”.
No se trata del fin del mundo, sino fin de una era.
Ha sido un
sacudimiento de la vida política que conlleva una renovación total. El PLD,
acostumbrado a sentirse dueño del Estado dominicano y de todos sus bienes, ha
sufrido un cataclismo necesario. En el sentido bíblico, apocalipsis vale como revelación, y las elecciones resultaron muy reveladoras.
Por ejemplo,
cinco fuerzas políticas, incluidas tres minoritarias, tendrán representación en el Senado. Este órgano del
Poder Legislativo reviste cierta exclusividad,
puesto que se elige solo un senador por cada provincia y el Distrito Nacional.
Esta vez el Senado no será bipartito, como ha ocurrido tradicionalmente.
A pesar de los
esfuerzos y malas artes del gobierno y el PLD, el PRM ganó 18 de 32 senadurías y le quedó generosidad para
prestarle votos al Partido Reformista Social Cristiano y a Fuerza del Pueblo
para que ganaran escaños en el Senado, no obstante la baja votación alcanzada
en el nivel presidencial, que es lo que
cuenta para la estadística electoral.
También el
Bloque Institucional Socialdemócrata ganó una senaduría. Lo cierto es que
tendremos un Congreso plural, que obviamente estará en mejor condición de
cumplir sus roles: legislar y fiscalizar. Sin dudas, podemos contar con una renovación democrática.