17 de mayo de 2013

MICROCHIP


Por Justiniano Estévez Aristy

Jorge Luis Borges recomendaba una sociedad donde el Estado fuera débil, pero que el individuo fuese fuerte. Nelson Mandela pudo y José Martí, también. Durante mucho tiempo, la filosofía trataba de entender al mundo. La filosofía marxista, en cambio, intentó transformarlo.

Ahora veo con tanta pena cómo en muchos lugares de América Latina se incuba un nuevo tipo de intelectual: el que trata sin rubor de ajustarse a la realidad, asimilándola como irremediable, ineludible, absoluta. Salirse del carril cotidiano, es el pilar fundamental en el que se debe erigir el oficio intelectual. Inmediatamente un letrado deja de cuestionar el estatus quo que impera, pasa de ser fruta jugosa a convertirse en tayota hervida sin sal y sin condimentos.

La palabra y la acción, tiene que ir cogidas de las manos. Se ha predicado durante mucho tiempo la tesis del autor del Origen de las especies, que reseña que La especie que no se adapta, sucumbe. Otros señalan que cuando la teoría choca con la realidad, la realidad se impone. Toda regla tiene su excepción, de lo contrario no es regla, me decía mi abuelo José Aristy, hermano de Ramón Marrero Aristy. El mundo intelectual, es el contrapeso, siempre una aspiración a la excelencia, que no es en modo alguno un territorio para la alucinación ni cosa por el estilo.

Las cosas son, pero en la generalidad de los casos, no deben ser. La misión del hombre crítico es cuestionar, independientemente de que solucione o no. Con sus transgresiones intelectuales, cumple su rol y punto. Los intelectuales derrotados por la realidad y su oprobiosa necesidad de aplausos, nombradía gubernamental, dinero, techo, finca y lujosos vehículos, están llamados a saber que no es necesario la sumisión para alcanzar tales desparpajos materiales, ya que los ejemplos sobran de aquellos que se han desvinculado de la mendicidad administrativa y han podido sobrevivir con honor, sin el lastre de los labios sellados.

! Cuidado! ya ha aparecido un libro que habla sobre escritores delincuentes. Afortunadamente, el juicio histórico toma muy en cuenta los últimos pasos del escritor. La sociedad reclama el buen ejemplo de un escritor que renuncie a la hidalguía estatal, lanzando críticas ejemplares contra su empleador-manipulador.
Existe en Para nacer he nacido un memorable YO ACUSO del bate ecuménico de Pablo Neruda que no tiene desperdicios. El intelectual debe acusar siempre al sistema, al Estado y al Partido político que lo usufructúa, en desmedro de todos. Siempre es tiempo de que la luz se separe de las tinieblas, pues una cosa es la sombra y otra el rayo que todo ilumina.

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