27 de abril de 2013

Mi adiós a Bladi


Por Miguel Rone
Fue una tarde como otra cualquiera en un Santiago que nunca viví, el candente sol hacia chirrear las piedras de aquella calle y no era para menos, mas adelante se veían las lonas que se usan en los velorios de nuestros barrios.
Ya comenzaba a desfallecer, pensaba si mejor no sería devolverse y me dije yo, antes era valiente, porque ahora no puedo sacar fuerzas y serlo por una vez mas.
Llegue hasta la escalinata de la casa donde se velaba el cadáver de mi nieto, mudo pase entre las personas presentes, hasta llegar al ataúd.
Ahí vi el rostro serio y sin respirar de bladi, pero algo sucedió como que el cadáver estaba impregnado de cebolla, pues la cantidad de lagrimas que afloraron me mojaron todo el rostro, casi me ahoga el llanto contenido, (Para aparentar fortaleza). Sentí que todo se me derrumbaba a mis pies, temía caer delante de tanta gente, mi niño, sustituto que vendría a ocupar el espacio de mi hijo muerto, ese día, fatal día, en que su pequeña maletita quedaba organizada para partir para donde Papá (su abuelo que era yo).
Unos brazos impidieron la caída y el esfuerzo inaudito de no pasar esta vergüenza, era una hija que me dijo tiene mucho tiempo ante el cadáver camine a sentarse.
Vi en rostro de Bladi la dulzura con que siempre me trato, un rostro de Ángel, acostado en un sarcófago que mas que un ataúd parecía la nave espacial que lo conduciría a un lugar remoto de misteriosa existencia.
Un Ángel, si, podemos decirlo así ya que nuestra cultura comienza con estas enseñanzas Mitológicas, un serafín que dormía, como dormía en el regazo de su madre cuando era pequeño.
Tenía una gorra que siempre uso como cuando era deportista. Bladimir, así le llamábamos, Miguel (Como su abuelo), era su primer nombre. Era un dolor en que toda su familia hasta el que no le conocía embargaba.
Adiós mi campeón, adiós sueños, si, sueños pues tanto el como quien escribe teníamos sueños; trabajar, ir a la universidad y sobre todo ayudar a Mamá.
Solo la muerte podía acabar con estos sueños, solo un accidente de tránsito podía trastornar nuestra suerte. Adiós Bladi, es lo único que me que para decirte, no para siempre, pues siempre te recordare.

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