18 de junio de 2009

El reto de una nueva era

Por Licda. Faride Raful
La actividad política en un país como el nuestro, suele ser difícil. Pero sólo a través del ejercicio democrático podemos propulsar cambios sociales comunes a un conglomerado ávido de soluciones y respuestas contundentes a sus propias necesidades. A través del ejercicio político que define e impone la directrices que nos regulan, sigue siendo posible la construcción de una sociedad más justa e igualitaria.
Ninguna ejecutoria contradictoria con nuestros principios, es capaz de mermar nuestras convicciones ni nuestra propia lucha por la identificación y asimiliación de ideas progresistas y certeras. Estoy convencida de que nuestra generación tiene desafíos enormes en el sostenimiento democrático de ideas participativas e incluyentes. Nuestro compromiso es básicamente propositivo, sumatorio y concertador.
En el entendimiento y estudio de nuestra realidad socio-política debemos ser entes activos de transformación ideológica. Preservación ética de valores fundamentales, esperanza viva de un porvenir incierto. Resultaría más fácil constituirnos en entes silentes, sin exposición partidaria, sin sobreexposición política y sin vocación social real. Resultaría mejor formar parte del individualismo que nos golpea, coadyuvando a la deshumanización y apelando al sentimiento de protección de lo que consideramos nuestro.
Pero "neciamente" entendemos que el mundo nos pertenece, que nos pertenece la gente, el vag
abundo, el enfermo, el profesional, la madre soltera, los proxenetas, las trabajadoras sexuales, el exiliado, el agredido, el olvidado, la víctima y el ladrón. Somos cómplices de un sistema en decadencia moral que clama por ser redimido en las conciencias y en las acciones de hombres y mujeres que lo representan.
La impronta de la verdad se percibe en la transparencia de la voluntad popular. En la vocación generosa y solidaria del trabajo mancomunado de sectores equidistantes, pero identificados en un objetivo específico. Tenemos que seguir aunando esfuerzos para lograr el respeto a la institucionalidad nacional. Al fortalecimiento de nuestros partido políticos, garantías irrefutables de nuestro sistema democrático. Debemos apostar a nuestra fortuna a través de nuestro accionar respetuoso y digno, a nuestras verdades, a nuestra capacidad de conciliación y a nuestro indefectible futuro que aún podemos gestar en el marco de las ideas y de las acciones que este pueblo reclama.
Para preservarnos en lo que somos, he decidido ser un ente de ensueños y retos. De parsimonia y lealtad, de principios y ética, de estudio y reflexión, de participación y trabajo. De crítica y propuestas, como siempre, he decidido amar esta tierra con mi sangre, con mi vida y siempre en defensa de los intereses de esa mayoría tímida y adolorida que no pierde su ilusión para crear un mundo mejor.

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