Por Leonel Peña
|
Leonel Peña |
El sábado 15 de
agosto despertábamos en Miami a las 4:00 de la madrugada para salir a
Tallahassee, capital del estado de la Florida, Estados Unidos, a llevar a mi
hijo menor a la Universidad.
Semanas o meses
antes de que él (mi hijo Maiky) tomara esta decisión, veía a su madre llorar y
se lo reprochaba y presumiendo yo de fuerte, la criticaba. “Tú por todo llora,
pareciera que nuestro hijo se va para la guerra o para Medio Oriente a librar
conflictos bélicos. Ya tiene 18 años, déjalo que se independice y para tu
lloriqueos que él no se ha muerto, etc.”.!!!
La vida me la tenía
guardadita. Pareciera que me dieron una buena dosis de lo que ella sentía; me
entró la flojera o debilidad ya que al llegar a la Universidad en Tallahassee y
durante todo el proceso de hospedaje de mi hijo Maiky no he podido dejar de
llorar.
En principio,
dándome de “hombre macho latino” lagrimeaba a escondida, pero con pañuelos en
los bolsillos de mis pantalones para secar mis lágrimas, al tiempo que simulaba
tener el rostro triste/compungido y los ojos aguados debido a la gripe.
Durante el
sábado 16, que llegamos al lugar donde dejaríamos a Maiky y parte del domingo
17, pude mostrar la errada versión, de que los hombres no lloran. Pero a partir
del domingo en la tarde, no pude más y entre nervios y frustración por cosas
que ocurrían estallé en llantos en el estacionamiento del complejo de
apartamentos donde se alojaría mi hijo, en la zona Universitaria.
Me dieron agua y
tome una pastilla para calmar mi (no sé qué). Mi hijo me abrazó y me daba
animo: “Tranquilo papi, todo va estar bien, tenemos todos los medios de
comunicación, no te pongas así, siempre vamos a estar en contacto”, me decía
Maiky.
Todo cambió y ya
las lágrimas y la tristeza a flor de rostro de su madre, no era noticia ni nada
nuevo. La noticia era mi quebrantamiento, mis inesperadas lágrimas públicas y
el debilitamiento del “fuerte” que criticaba a la madre que lloraba siempre. La
novedad era que el padre (yo) "súper hombre", supuestamente en
control de todo y con blindaje anti-llantos se transformara y también estuviera
de flojo, en lugar de contagiar con ánimo y entusiasmo, como estuve hasta el
día 15 de este agosto, cuando venía en el avión hacia Miami desde República
Dominicana, para acompañar a mi hijo a la capital de la Florida.
Terminó el
proceso con todo lo relacionado a la Universidad y el apartamento donde vivirá Maiky,
con otros compañeros por los próximos años; hicimos una oración a Dios, lo
dejamos con todos los detalles físicos cubiertos (hasta curitas, alcoholado,
antigripales), y lo saturamos repitiéndole los mismos consejos, advertencias,
sugerencias y bla bla bla de padres.
Salimos para
Miami (sin Maiky - 7 horas de trayecto por tierra), llegamos a casa, casi a las
8:00 de la noche del martes 18 de agosto, exhaustos, con las piernas
adormecidas, todo el cuerpo pidiendo cama y con los sentimientos ambiguos entre
la satisfacción de que hicimos lo que hacen los padres que quieren lo mejor
para sus hijos y la tristeza de la ausencia en casa, del hijo querido que vivió
todo el tiempo entre nosotros.
Aunque Maiky
quedó cubierto de todo y hasta con la independencia de contar con su vehículo
para moverse, este martes 19, desafiando yo, mi supuesta fortaleza, fui a su
habitación aquí en Miami (como de costumbre) y mi gran sorpresa fue que no pude
contener las lágrimas, tomé mi celular, le llamé y las palabras no me salían,
solo le dije, con voz cortada, te hablo luego, te extraño mucho!.
Este testimonio,
me delata y no deja de ser una auto incriminación, por lo que desde estos
párrafos les presento disculpas a todos los Padres que antes critiqué y mal
califiqué de tontos, débiles, “showistas”, peliculeros y flojos al verlos
tristes, llorar o confundidos al vivir situaciones como esta y o peores. Creo
que ahora soy más sensible. Espero que esto aumente mi sentido de solidaridad
con los que lloran o sufren.
Aprendí la lección,
hoy entiendo a todos los padres y madres que ayer notaron mi indiferencia
cuando, quizás para desahogarse compartían conmigo el dolor de separarse de sus
hijos por la razón que haya sido.
Hoy me tocó. No
he podido controlar mis emociones de tristeza en este sentido, pero confió en
que el saldo de este episodio será positivo y aprovecho para exhortar a los
padres/madres a que no se cansen ni desmayen en la lucha (que no es fácil)
haciendo y cumpliendo con el rol de padres. Vale la pena!
Concluyo dándole
gracias a Dios por esta gran oportunidad que estoy viviendo y por descubrir que
mi corazoncito es más grande que mis expresiones y mis aguajes de “hombre
fuerte”.
Aunque ya casi
cumplo 30 años en la radio, televisión y medios escritos, es la primera vez, que
hablo o escribo y comparto asuntos tan personales.
Dios les bendiga
y si leyeron este testimonio, ya saben dónde encontrar otro miembro del Club de
los llorones!