Su nombre verdadero es Albemochus Esculentus, planta originaria de África
Santo Domingo. No es un vegetal que prodigue a la vista una segunda oportunidad. Al molondrón lo miras crudo y no dice nada. Lo ves cocido y encuentras dos tipos de personas: los que lo odian a muerte y los que dan la vida por él.
Este artículo está dedicado a mi cuñado favorito, quien encabeza el segundo grupo de personas y que literalmente me ha obligado a escribirlo.
Si en lo personal tuviera que describirlo en dos palabras, fueran éstas: anodino y baboso, pero no es lo que piensan los millones de personas que lo consumen y lo disfrutan en gran parte de América, Asia y África.
Quimbombó que resbala con la yuca seca...
Lo primero que llama la atención cuando comienzas a investigar del molondrón es que ha sido protagonista de un son clásico que canta aquello de "quimbombó que resbala con la yuca seca...", y se le conoce por más de una docena de nombres diferentes: quimbombó, gombo, bolondrón, angú, ocra, okra bamia o ñajú… y esto, sólo en América. Su nombre verdadero es Albemochus Esculentus, planta originaria de África, que solo necesita un suelo caluroso para plantarse. En nuestro país, el molondrón se cultiva todo el año. Su característica más destacada es la consistencia viscosa (babosa para los criollos), que se conoce con el nombre de mucílago.
Su versatilidad es prodigiosa y hay quien se lo come crudo, hervido, encurtido, frito, en ensaladas y sopas; guisado, en locrio, o combinado con otros productos y carnes. Frío o caliente, con un chorrito de limón para cortarle "el mucílago" es suficiente.
Combina estupendamente con cebolla, pimientos, tomate, ñame, huevos y carne de cerdo y en cuanto a especias y condimentos, no tema mezclarlo con curry, cilantro, orégano, limón y vinagre. En la cocina Creole, se usa su "viscosidad" (para no decirlo de otra manera), como un elemento espesante y muy utilizado en sus famosos "gumbos".
El dominicano lo incluye en su alimentación desde hace siglos y tiene la particularidad que nunca falta y a veces lo echas de menos. Es relativamente barato y así como se ve, como quien no dice nada, posee suficientes propiedades para tomarlo en cuenta.
Propiedades
El mucílago, nombre correcto de la viscosidad o baba característica del molondrón, tiene propiedades emolientes y refrescantes para el organismo. Además contiene fibra, fósforo, calcio, azúcares y flavonoides y una gran cantidad de vitaminas. Aporta muy pocas calorías.
Aunque muchas de sus propiedades no han sido comprobadas científicamente, dicen que tiene una acción suavizante sobre el sistema digestivo, sobre todo en los tractos finales. Hay quien asegura que es excelente contra el estreñimiento.
Sus hojas tienen una acción emoliente y antiinflamatoria, sobre todo cuando se usan como compresas y cataplasmas. Si deja por una noche las hojas en agua en agua hervida conteniendo su mucílago, es beneficiosa para hacer gárgaras y tratar las afecciones de garganta.
Si se hace una cocción de las hojas y del tallo, en medicina natural aseguran sus efectos diuréticos y para la función estomacal.
Sus semillas proporcionan un aceite semejante al de la oliva y convenientemente secas, en algunos países, se utilizan como sustitutos del café. La sabiduría popular le otorga a las semillas del molondrón propiedades afrodisíacas… además de ser antiespasmódicas y protectoras del hígado.
Recuerdo a mis abuelos en Moca comer molondrones con verdadero deleite y después reírse como niños que compartían un secreto. A ellos les gustaba "al natural" y no había forma que me acercara a la mesa en una típica malcriadeza de muchacha.
A medida que crecí lo fui viendo menos. Temo que el gusto del molondrón desaparezca en la próxima generación. Espero que este artículo, primero que he dedicado en años, ayude a mantener su gusto, su consumo y su interés.
Foto: Marisela Peralta.
Himilce Tejada
Diario Libre