HÉCTOR GAMBINI Clarin 7 minutos
Boris Yeltsin iba por su reelección en la Rusia post-comunista cuando le
acercaron unas planillas con encuestas desfavorables. Las leía en un alto de
campaña, hundido hasta el pecho en una pileta de aguas termales. Para cortar el
silencio incómodo entre quienes lo acompañaban, su jefe de seguridad, Alexander
Koriakov, se acercó, meneó la cabeza y reflexionó: “La democracia está bien,
pero sin elecciones es más segura”.
Casi 30 años después, aquella máxima vuelve a desnudar un modelo de acción
para gestionar el clientelismo político en la Argentina que podría enunciarse
así: Las marchas piqueteras están bien, pero si les sacamos el plan a los que
no marchan son más concurridas.
Esa cultura del apriete lleva los niveles de crueldad al rojo escarlata y
siempre es una trampa difícil de sortear para las víctimas, esmeriladas por la
necesidad. Las 14 denuncias que el Ministerio de Capital Humano presentó en
Comodoro Py sobre fraude al Estado más las denuncias sobre las extorsiones de
grupos piqueteros a sus militantes-clientes (y los 32 allanamientos que les
siguieron) pusieron en blanco sobre negro aquel esquema conocido acerca de
marchas donde se toma lista y se cumple horario firmando planillas.
Por fuera de la circunstancia política -ahora funcional al Gobierno-, es
un escenario de autoritarismo despiadado en dirigentes que construyen su imagen
declamando solidaridad social y actuando en las antípodas, con chantajes
miserables: si no hacés lo que te digo, no comés.
Empecemos con las noticias del día. Que tengas un buen jueves.
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