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8 de noviembre de 2019

Ahora que pasé un año, con Ton


CULTURA VIVA
Por Lincoln López
Ha transcurrido un año completo de aquella noche mientras daba los retoques finales a un artículo titulado “Ahora que vuelvo, Ton”, de René del Risco y Bermúdez, con motivo del 50 aniversario de la publicación de su famoso cuento, cuando recibí la llamada telefónica del distinguido amigo y maestro Iván García Guerra, y la razón de la misma era para invitarme a la puesta en escena del monólogo teatral de su autoría: “Solitud”.
Esa función tenía un ingrediente vital: armonizar la dirección y la actuación de este virtuoso artista con el rigor del contenido que él mismo escribió como dramaturgo. Además, era una distinción y una ocasión que no podía perderme para continuar aprendiendo de una de las estrellas fundamentales del teatro contemporáneo dominicano.
La noche de la función fue de múltiples satisfacciones: la magnífica actuación y el excelente texto de Iván se complementaban en aquella pequeña y hermosa sala de teatro situada en el corazón victoriano de la ciudad de Puerto Plata, y, que lleva su ilustre nombre “Iván García Guerra. Teatro-Escuela” donde todos disfrutamos la obra, y felices ignoramos la “Teoría Teatral del Distanciamiento”.
Allá conocí algo de las interioridades de esa magnífica institución: es una casa acondicionada para teatro y docencia artística, dirigida por una exquisita, teatrista y valiente mujer Layla Arisleyda que mantiene abierto ese teatro escuela contra viento y marea. Me informó que ese centro es privado, y no recibe ayuda oficial alguna, aun así mantiene una cartelera de actividades casi todo el año y un calendario docente permanente.
Sí, amigos lectores, en primer lugar hay que ser muy valiente y tener una gran sensibilidad y voluntad para sostener permanentemente en una provincia, actividades culturales de altura, en un ambiente digno como lo hace el Teatro-escuela Iván García…Dije al finalizar una función y repito aquí, que ese modelo, es decir, una edificación pequeña, con los espacios necesarios para eventos y la docencia y con un personal mínimo de un dígito, debiera repetirse en casi todo el país, y no pensar en edificar más “elefantes blancos”.
Durante la tertulia posterior, esa noche me surgió lo que tenía que surgir: la solidaridad con Layla y su personal por ese esfuerzo y dedicación. No disponía de otro recurso que retomar el teatro popular y cultural, pero tampoco tenía una obra preparada; entonces recordé el artículo sobre “Ahora que vuelvo, Ton”, y de ese cuento decidí presentar una lectura dramatizada en forma de monólogo, por falta de tiempo.
Y “Ahora que pasé un año, con Ton” haciendo funciones culturales, abiertas, gratuitas, sin patrocinio o propósito comercial alguno, pienso que llegó el momento para agradecer sinceramente a tantas personas que apoyaron mi iniciativa un poco improvisada: a Layla por sus 4 funciones, a la Escuela de Bellas Artes de Santiago, Universidad Isa, Unión Médica, a San José de las Matas (Coop. San José), la Casa de la Cultura de La Vega, al Grupo de Teatro Chanajo, el Comisionado de Cultura en Nueva York, a la Fundación René del Risco, medios de comunicación…
 “No te rindas, aun estás a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras, enterrar tus miedos,
liberar el lastre, retomar el vuelo” (M. Benedetti)
Gracias del alma a todos por su solidaridad.

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