CULTURA VIVA
Por Lincoln López
Ha transcurrido un año completo de aquella noche mientras
daba los retoques finales a un artículo titulado “Ahora que vuelvo, Ton”, de
René del Risco y Bermúdez, con motivo del 50 aniversario de la publicación de
su famoso cuento, cuando recibí la llamada telefónica del distinguido amigo y
maestro Iván García Guerra, y la razón de la misma era para invitarme a la
puesta en escena del monólogo teatral de su autoría: “Solitud”.
Esa función tenía un ingrediente vital: armonizar la
dirección y la actuación de este virtuoso artista con el rigor del contenido
que él mismo escribió como dramaturgo. Además, era una distinción y una ocasión
que no podía perderme para continuar aprendiendo de una de las estrellas
fundamentales del teatro contemporáneo dominicano.
La noche de la función fue de múltiples satisfacciones:
la magnífica actuación y el excelente texto de Iván se complementaban en
aquella pequeña y hermosa sala de teatro situada en el corazón victoriano de la
ciudad de Puerto Plata, y, que lleva su ilustre nombre “Iván García Guerra.
Teatro-Escuela” donde todos disfrutamos la obra, y felices ignoramos la “Teoría
Teatral del Distanciamiento”.
Allá conocí algo de las interioridades de esa magnífica
institución: es una casa acondicionada para teatro y docencia artística,
dirigida por una exquisita, teatrista y valiente mujer Layla Arisleyda que
mantiene abierto ese teatro escuela contra viento y marea. Me informó que ese
centro es privado, y no recibe ayuda oficial alguna, aun así mantiene una
cartelera de actividades casi todo el año y un calendario docente permanente.
Sí, amigos lectores, en primer lugar hay que ser muy
valiente y tener una gran sensibilidad y voluntad para sostener permanentemente
en una provincia, actividades culturales de altura, en un ambiente digno como
lo hace el Teatro-escuela Iván García…Dije al finalizar una función y repito
aquí, que ese modelo, es decir, una edificación pequeña, con los espacios
necesarios para eventos y la docencia y con un personal mínimo de un dígito,
debiera repetirse en casi todo el país, y no pensar en edificar más “elefantes
blancos”.
Durante la tertulia posterior, esa noche me surgió lo que
tenía que surgir: la solidaridad con Layla y su personal por ese esfuerzo y
dedicación. No disponía de otro recurso que retomar el teatro popular y
cultural, pero tampoco tenía una obra preparada; entonces recordé el artículo
sobre “Ahora que vuelvo, Ton”, y de ese cuento decidí presentar una lectura
dramatizada en forma de monólogo, por falta de tiempo.
Y “Ahora que pasé un año, con Ton” haciendo funciones
culturales, abiertas, gratuitas, sin patrocinio o propósito comercial alguno,
pienso que llegó el momento para agradecer sinceramente a tantas personas que
apoyaron mi iniciativa un poco improvisada: a Layla por sus 4 funciones, a la
Escuela de Bellas Artes de Santiago, Universidad Isa, Unión Médica, a San José
de las Matas (Coop. San José), la Casa de la Cultura de La Vega, al Grupo de
Teatro Chanajo, el Comisionado de Cultura en Nueva York, a la Fundación René
del Risco, medios de comunicación…
“No te rindas, aun
estás a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras, enterrar tus miedos,
liberar el lastre, retomar el vuelo” (M. Benedetti)
Gracias del alma a todos por su solidaridad.
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