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3 de febrero de 2012

Merecemos una esperanza

Rafael Peralta Romero
Rafael Peralta Romero
La esperanza es lo  último que se pierde. Cuando esto ocurre ya cesan los esfuerzos de un náufrago por aferrarse a una tabla de salvación y no piensa el extraviado en la selva que  pueda alguien dar con él. Ni cree el cirujano que devolverá  con vida un paciente desahuciado.
Una organización política – la de la familia Castillo-   ha levantado esta consigna. Y me parece digna y apropiada para  la espinosa circunstancia  que padece la sociedad dominicana. Vivir en esta zozobra no es lo que merecemos. Aspiramos  al retorno de la seguridad y el sosiego.
Merecemos la esperanza de que   esa mitad de la población que se alimenta muy mal, pueda  cambiar su situación. Para eso merecemos que  la producción de alimentos constituya una prioridad real para el gobierno. Que el Ministerio de Agricultura no sea para  hacer rico a  un ministro   y quebrar a los productores.
Merecemos la esperanza de que   se detenga  el peligroso auge del tráfico de drogas y que no haya más militares, policías, fiscales y otros servidores públicos en ese pernicioso negocio. Esperamos que llegue el fin de  los  fiscales complacientes con los delincuentes.
Merecemos la esperanza  de que la salud del pueblo sea auténtica prioridad,  así  la gente no seguirá  muriendo como el periodista Andrés Acevedo, despachado en una clínica estatal en Los Girasoles porque no había allí instrumental ni fármacos para atenderlo.
Albergamos la esperanza –y lo merecemos- de que un día la inversión en la educación  represente un timbre de orgullo para   quienes  gobiernan,  y  el  penoso nivel de nuestros estudiantes y algunos profesionales resulte una afrenta para esa misma gente.
Vale  esperar que quienes   trabajan  merezcan justa recompensa.  Una esperanza es que los  obreros  cañeros, que tanto dieron para la economía de la nación y aportaron para su  retiro, reciban  la retribución que les corresponde. Tantos vagos  viviendo del Estado y ellos muriendo así...
Nos anima la esperanza –lo merecemos- de que las instituciones públicas dejen de ser manipuladas por  los caprichos y frivolidades de un semidiós. Merecemos instituciones fuertes,  necesitamos volver a la separación de los poderes y detener al caudillo post moderno que pretende engullirse el espíritu de la democracia.
Por todo esto es que merecemos la esperanza de cambiar  lo que hay. Necesitamos detener  el despilfarro de los fondos nacionales.  Detener el crimen  y el robo generalizado. Cambiar  por sosiego  la intranquilidad  que azota a la familia dominicana. Purificar la administración pública. Fumigarla.
Merecemos la esperanza  de parar  las ambiciones de un grupo  que,  aunque  ebrio de poder y riquezas,  maniobra para perpetuarse en el disfrute  de los bienes públicos. Merecemos la esperanza de que se imponga la voluntad del pueblo, para que esto cambie de verdad. Lo merecemos.

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