Lic. Eliana Re
Prestemos atención a las cosas que pronunciamos a diario, aquello que declaramos con nuestra boca transforma y nos transforma.
Prestemos atención a las cosas que pronunciamos a diario, aquello que declaramos con nuestra boca transforma y nos transforma.
Si lo que vamos a decir a nuestro compañero de trabajo, nuestra pareja, nuestro amigo, nuestros hijos, a nuestros padres o incluso a nosotros mismos, no genera un valor agregado en esa persona entonces optemos por el maravilloso silencio…
La capacidad de comunicarnos entre nosotros por medio de la palabra nos hace dichosos al poder expresar nuestras necesidades, aprender y transmitir experiencia, vincularnos con otro, compartir emociones, etc.
Pero cuando hacemos un mal uso de las palabras a través de la vulgaridad, de los insultos, de las críticas, generamos un clima de tensión y negatividad… si intentamos ver lo positivo en el otro y en nosotros con sinceridad, el clima que generamos será más óptimo para desarrollar cualquier tarea, incluso para potenciarnos.
Si una persona en su hablar es negativa y critica todo, eso sin duda influirá en su salud emocional y física.
Muchas veces es más fácil ver el problema afuera y culpar a otros… la pregunta es ¿Qué estoy haciendo yo para que esta situación sea como es? ¿Qué estoy aportando desde mis palabras y mis acciones?
Saludar cuando llegamos al trabajo o cuando nos vamos, lo mismo cuando llegamos o nos vamos de nuestra casa, implica reconocer que el otro está ahí ocupando un lugar, implica reconocer que la otra persona no nos es indiferente. El saludo implica reconocernos.
Solemos decir cosas positivas o negativas y eso tendrá un resultado… pero también solemos callar muchas cosas. Callamos por miedo a “qué pensarán de mí si digo tal cosa”, callamos por cuidar al otro “cómo le voy a decir que es…”, y a veces callamos porque estamos enojados y no sabemos como expresar nuestro enojo… callamos por miedo, por vergüenza, por resentimiento.
El callar nos lleva a reprimir emociones, que tarde o temprano se localizarán en alguna zona de nuestro cuerpo generándonos malestar…
El hablar siempre es liberador, siempre y cuando usemos las palabras adecuadas, elijamos el momento oportuno y el lugar donde vamos a decir lo que queremos decir…
Cuidémonos unos a otros a través de palabras positivas, de reconocimiento, de agradecimiento, incluso marcando las cosas que no nos gustan de la otra persona, pero con el respeto que el otro se merece.
“El que habla sin pensar hiere como un cuchillo, pero el que habla sabiamente sabe sanar la herida”. Proverbio 12:18.
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