El Cañero

1 de julio de 2014

El Cardenal López Rodríguez: gays, pederastas y sandeces

 Alejandro Mendoza
La crema y nata de la Iglesia Católica dominicana, encabezada por su Excelencia Reverendísima Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez, el arzobispo de Santiago, Ramón Benito de la Rosa y Carpio, el obispo emérito de San Francisco de Macorís, Jesús María de Jesús Moya, y monseñor Nicanor Peña, obispo de la diócesis de Higüey, entienden que la expulsión el ex nuncio apostólico Józef Wesolowski, en la República Dominicana, fue la mejor decisión tomada por la Santa Sede.

El Cardenal López Rodríguez, quien odia a los gays, lesbianas, travestis, raros y maricones y mariconas, gente que él entiende contranatural, incluyendo principalmente al embajador de los Estados Unidos, Wally Brewster, y su querido esposo, Bob Satawake.

“La Iglesia Católica - señala un documento del Vaticano- debe ser menos moralizante y, aunque siga opuesta al matrimonio homosexual, debería recibir en la fe a los hijos de las parejas gay con la misma dignidad.”

Pero el Cardenal que, en esa materia, es rápido y furioso, se hace el loco cuando de curas pederastas, violadores de niños y niñas, alcohólicos, negociantes y toda suerte de delincuentes de sotana se trata.

La Iglesia Católica debe ser menos moralizante y, aunque siga opuesta al matrimonio homosexual, debería recibir en la fe a los hijos de las parejas gay con la misma dignidad, señaló el jueves un documento del Vaticano. 

De manera olímpica, el purpurado rey del catolicismo dominicano se despacha argumentando que la decisión tomada por la Santa Sede es una especie de tapaboca “contra los enemigos de la Iglesia católica en respuesta a todos aquellos que hablaban sandeces de todos los colores por una debilidad humana”.

Porque se diga y se demuestre que la Iglesia Católica mundial y la dominicana, en particular, están llenas de delincuentes, demostrado y demostrable, no se es enemigo de ésta y mucho menos se habla sandeces.

Aquí lo que ha faltado es timbales y vaginas entre los directivos de entidades como el Instituto de Derechos Humanos de Santo Domingo, Participación Ciudadana y muchas de esas asociaciones de abogados que alegadamente luchan por los derechos humanos para salir en defensa de los niños, niñas y mujeres feligresas violados y violadas por sacerdotes dominicanos y extranjeros de parroquias y diócesis de los cuatro puntos cardinales del país.

Las onegés especializadas en protección de niños y niñas y en derechos humanos no deben limitar su apoyo y solidaridad a simples discursos y “sandeces” como dice el Cardenal.

Hay que someter a la iglesia ante los tribunales por daños civiles, ya que a estos niños y niñas maltratados, violados, a las familias humilladas y a la sociedad burlada, la iglesia en sí debe pagar con multas millonarias por los daños causados y así en lugar del Cardenal vivir insultando y hablando sandeces, la Iglesia Católica indemnice a los maltratados y violados.

La expulsión del bandolero ex nuncio apostólico Józef Wesolowski debería de cerrarse en los tribunales nacionales con una demanda en materia civil a la Iglesia Dominicana y a La Santa Sede en beneficio de “los palomos”, que el nuncio se tiraba por las inmediaciones del Monumento del Padre Montesinos.

Paradoja de la historia, que haya sido el padre Montesinos quien, mudo y sin el domingo de adviento, se conviviera por omisión en cómplice del ex nuncio apostólico Józef.

El Cardenal ni la iglesia dominicana han pedido perdón y han salido a socorrer a esos hijos de la nada ni de nadie.

Libre Dios de los curas católicos a estos hijos de Abrahán que por unas cuantas monedas de la propia iglesia fueron iniciados a contra disgusto en la contranatural relación sexual que la iglesia con tanta firmeza condena, desde el púlpito o en la conferencia de prensa, en la voz lapidaria de Su Excelencia Reverendísima Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez.

A propósito del Cardenal, ¿y cuándo lo van a declarar “emérito” e iniciar la renovación de esta envejeciente y desfasada iglesia?

Yo estoy cansado de este Cardenal ¿y usted? No me responda, sé la respuesta. 

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