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17 de septiembre de 2024

Las dos tiaras que Marie-Chantal Miller ha heredado como ‘reina’ de Grecia

 Su marido, el príncipe Pablo de Grecia, se convirtió en el pretendiente al extinto trono del país tras la muerte de su padre, el rey Constantino II, el pasado año. Repasamos el joyero heleno a raíz del 56º cumpleaños de Marie-Chantal Miller este 17 de septiembre.

Por César Andrés Baciero     Vanity Fair

Marie-Chantal Miller y Pablo de Grecia en la cena del 40 aniversario del ascenso al trono de Margarita de Dinamarca. Getty

Poco antes de contraer matrimonio por amor con Constantino II de Grecia el 18 de septiembre de 1964, la princesa Ana María de Dinamarca recibió de su suegra, Federica de Hannover, los dos juegos de joyas de color de la escueta lista de consortes helenas. La viuda de Pablo I de Grecia se reservó, para “vestir el cargo” de reina madre, la diadema de diamantes de su tía abuela y madre política, Sofía de Prusia. Tras la muerte del rey Constantino el pasado año, la reina viuda Ana María es muy probable que le haya traspasado estas alhajas a su nuera Marie-Chantal Miller, felizmente casada desde 1995 con el príncipe Pablo, pretendiente al extinto trono griego desde el fallecimiento de su padre.

El aderezo de rubíes y diamantes está compuesto por tocado, collar, pendientes y un par de broches. Destaca el diseño de la tiara, inspirado en la corona de rama de olivo (kotinos) que recibían como premio los vencedores de los Juegos Olímpicos en la Antigüedad. Cuenta la leyenda que Jorge I de Grecia (bisabuelo de Constantino) le felicitaba cada aniversario a su mujer, la gran duquesa Olga de Rusia, entregándole un rubí sangre de pichón. Un cuento que el benjamín del matrimonio, el príncipe Cristóbal, confirmó en su autobiografía, Memoirs of H.R.H. Princes Christopher of Greece."Mi madre tenía unas joyas preciosas. Sus rubíes eran famosos, mi padre se había deleitado coleccionándolos para ella, decía que de todas las piedras, eran las que mejor le sentaban a su piel blanca". Estos románticos detalles se cree que sirvieron de materia prima para la concepción del conjunto que nos ocupa y que Ana María de Dinamarca estrenó en la cena preboda que el Gobierno dio en su honor y en el de su tortolito en el hotel Grande Bretagne de Atenas.

La reina Ana María de Grecia con el conjunto de rubíes de la reina Olga de Grecia.

A la reina Olga la Revolución Rusa de 1917 le pilló en San Petersburgo, donde se había instalado a comienzos de la Gran Guerra (1914-1918) para establecer un hospital militar cerca de su antiguo hogar, el palacio Pávlovsk. La diplomacia danesa (el rey Cristián X de Dinamarca era sobrino de su difunto marido) removió Roma con Santiago para conseguirle el permiso que le permitió abandonar su país natal montada en un tren. Además, “para su gran alivio, pudo sacar sus joyas de Rusia gracias a la astuta imaginación de su dama de compañía, la señorita Baltazzi”. No fue fácil, según detalló el príncipe Cristóbal en su libro de recuerdos, el método desarrollado por los ladrones locales para hacerse con las alhajas de las familias adineradas era de lo más sofisticado. Los cacos aprovechaban las detenciones de los nobles para entrar en sus palacios “disfrazados de soldados o de sirvientes y se apoderaban de las joyas, cuyo paradero habían averiguado previamente. Era un procedimiento arriesgado, pues el castigo era la muerte, pero su organización era tan estrecha que pasaron desapercibidos durante mucho tiempo. Generalmente trabajaban en asociación con contrabandistas profesionales, generalmente polacos o finlandeses, que estaban dispuestos a sacar su botín del país a cambio de una parte del mismo. Pero al cabo de un tiempo se observaron sus actividades y se mantuvo una estrecha vigilancia en todas las fronteras”.

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