30 de octubre de 2023

¿CUÁNDO SURGIÓ EL ALFONSÍN PRESIDENTE?

 Raúl Alfonsín preparaba su reingreso a la política grande y ya comenzaba a planear su presidencia. Ya en 1980, el líder radical sabía que necesitaba rodearse de hombres y mujeres que lo ayudaran a pensar y reconstruir el país. Su 1983 había comenzado mucho antes de lo que indicaba el calendario.

POR HECTOR PAVON      Clarín


“Alfonsín eligió el camino más difícil y el más satisfactorio a la vez”, me decía con sonrisa emocionada ese sacerdote español que no se había ganado muchos amigos en la iglesia de José C. Paz. Sorpresivamente, en los días previos al retorno de la democracia había conseguido el respeto de los jóvenes, de los idealistas. Entonces, nos enteramos de que mientras muchos hombres de la Iglesia aprobaban la represión sangrienta de la dictadura, el padre Francisco había protegido a estudiantes universitarios perseguidos por el Ejército allá por la zona de Luján. Él era quien celebraba, discretamente, el triunfo de Raúl Alfonsín en las urnas. “La satisfacción de conseguir un objetivo tiene que ver con las dificultades para obtenerlo, primero hay cumplir con ciertas tareas para después merecer el éxito; así lo hacían los misioneros jesuitas que elegían los caminos más difíciles, llenos de obstáculos para que la gratificación de llegar a la meta fuera más importante”, así lo interpretaba este cura justo cuando yo me alejaba de la iglesia. Sus palabras me estimulaban a buscar nuevos horizontes, caminos escarpados que ponían a prueba mis sueños.

El 83 de RA

Corría el año 1980 y había argentinos que ya estaban planificando el retorno de la democracia. Fue ese año en el que un muy seguro Raúl Alfonsín participaba de un seminario sobre el futuro de la democracia en San José de Costa Rica. Allí se encontró con muchos argentinos exiliados, algunos de ellos, recalaban en el DF mexicano. Su 1983 ya había comenzado y él recorría América Latina y países europeos gobernados por socialdemocracias como España, Francia e Italia. Buscaba ideas y puntos de apoyo.

Varias décadas después, conocí al publicista Meyer Goodbar. Un hombre que tenía buenas historias para contar. A fines de 1981, había ido a una reunión secreta en la que se discutía sobre la cada vez más grave situación económica argentina. Goodbar era un empresario dedicado a la selección de personal ejecutivo que no desentonaba con el clima radical explícito de la mesa. Un hombre de bigotes que estaba sentado al lado del empresario le preguntó a qué se dedicaba. Sorprendido, pero sin sentirse censurado, Goodbar le contó que además de selección de personal, realizaba consultorías para empresas como el City Bank. Las actividades de Goodbar le llamaron la atención al hombre y entonces se presentó: “soy Raúl Alfonsín”.

“No lo había reconocido. Me preguntó cómo se hacía la selección de personal. Él quería que yo lo acompañara, entre otras cosas, en la búsqueda del perfil de cierta gente que para él era importante”, dijo Meyer Goodbar en un restaurante de Recoleta, un mediodía de invierno mientras comía un lomo sin sal. Los dos hombres intercambiaron teléfonos y partieron sabiendo que esas reuniones eran monitoreadas por los servicios de inteligencia. “Ahí quedó una marca”, me dijo el consultor mirando al pasado y reconociendo la intriga que le generó ese encuentro. Alfonsín ya estaba armando equipos de trabajo y necesitaba alguien que le proveyera de materia gris. Y tenía muy buen olfato. Así comenzó la exploración y búsqueda de personas que lo iban a acompañar, asesorar, compartir el largo camino a la Presidencia.

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