En una graduación de bachilleres, me sucedió algo que nunca olvido y quiero ahora después de varios años de haberme pasado compartirlo con todos ustedes.
La graduación se realizó en un centro de diversión y estábamos la mayoría de los maestros y maestras responsables de dicha actividad.
Los estudiantes que eran de diferentes lugares, habían preparado algunas actividades propias de ellos y una de esas actividades era entrevistar a algunos de los maestros y por mala suerte yo era uno de los entrevistados.
Se preparó una mesa redonda donde estábamos los maestros junto a los entrevistadores y algunos funcionarios de educación, en el fondo se encontraba el auditorio con todos los demás graduandos acompañados de sus respectivos padrinos, madrinas y demás familiares.
Las preguntas comenzaron y recuerdo como ahora a aquel muchacho flaco, alto y medio descolorido, con cabello largo y una boina en su cabeza que tenía un bordado con el rostro del Che Guevara en el frente.
A ese muchacho yo nunca le había dado clase en ninguno de los cursos del bachillerato porque nunca coincidió con mi materia ya que en ese liceo había varios cursos y varios maestros diferentes, por lo que era prácticamente desconocido para mí.
Los entrevistadores comenzaron la batería de preguntas hacia mí las cuales yo trataba de contestar lo mejor posible, pero aquel malvado vestido de revolucionario me hizo tres preguntas delante de todo el mundo, que todavía hoy en día me dan pesadilla.
La primera fue la siguiente.
-Profesor, a mi me han dicho que usted es uno de los mejores maestros de matemática que hay aquí y que además es muy buen escritor, pero también me han dicho que usted solo pasa a las muchachas bonitas. ¿Qué me dice de eso?
Yo sorprendido, miré para todos los lados pero con mucho cuidado y mucha calma ya que yo me conozco respondí amorosamente.
-No mi hijo, tu sabes que a uno siempre lo acusan de cosas que no son, yo siempre he sido un maestro respetuoso y responsable de mis deberes con ustedes.
-Profesor, me han dicho también que usted es corrupto y que lo han visto bebiendo en los bares y en el malecón, que juega gallos y demás. ¿Respóndame eso?
Respiré profundo ya con las orejas caliente, pero como estaban las autoridades ahí me calmé y con una mirando de fuego le respondí.
-Mira a veces yo me tomo un traguito social con mis amigos y algunos compañeros maestros pero nunca en hora de trabajo ya que soy cumplidor y nunca falto a las aulas.
-¿Y es verdad que a usted no se le salvan ni las compañeras maestras?, porque me han dicho que usted las enamora al igual que a las muchachas de su curso, ¿Qué hay de cierto en eso?
Yo hice intento de ahorcarlo pero me contuve porque había mucha gente y solo le contesté mirándolo rabiosamente.
-Nada de eso es verdad, nada de eso es verdad muchacho...
Por suerte se terminaron las entrevistas y se dio inicio a la graduación, yo me senté por ahí solo, ¡con una vergüenza y una cuerda!, maquinando como yo mataba a ese desgraciado comunista, el tiempo fue pasando hasta que llegó la hora del bufete, yo con poco ánimo me fui a la fila ya un poco calmado, el profesor Tony Caro estaba delante de mi en la fila, me miraba de reojo, pero no se atrevía a decir ni una palabra porque él me conoce bien y además se sentía un poco atribulado por lo que me había pasado.
La fila estaba muy lenta y ya yo me estaba desesperando cuando sentí una mano que se posó en mi hombro, Rápidamente giré la cabeza y mi vista chocó con la sonrisa de aquel aspirante a revolucionario que me había hecho pasar el momento más desagradable de mi vida, yo apreté mi puño derecho con la intención de darle una sola trompada en la cara a ese desgraciado, pero sin darme tiempo a reaccionar me dijo.
-Profesor, no haga caso a nada de eso que yo le pregunté ahí, lo que pasa es que a usted los estudiante lo quieren demasiado y me han dicho que usted es uno de los mejores y una prueba que yo tengo es, mire; metió la mano en su mochila y sacó uno de mis libros que yo había escrito y me dijo, es el mejor libro que yo he leído en mi vida, las preguntas que yo le hice era para ver como usted reaccionaba y así yo comprobar su capacidad, - lo felicito…
Yo lo miré de arriba abajo y de verdad tuve que reírme, él siguió hablando en lo que la fila iba avanzando, yo solo me limitaba a escucharlo con recelo y luego, cuando estábamos llegando al bufete me habló nuevamente.
-Como usted sabrá Prof. yo no soy de aquí, yo soy de Guaymate (un municipio de la Romana) y vengo todos los días en la Guagua, ya se me está haciendo tarde pero no me puedo ir sin comer, hoy no he comido nada y no tengo un centavo ni para irme, esas palabras me conmovieron un poco.
Al final se quedó mirándome fijamente con su boina de lado y ¿ustedes saben en qué paró la conversación?, que me tumbó con doscientos pesos dizque para el pasaje.
Lo grande fue que yo se lo di, un hombre como yo tan difícil de soltar mis chelitos, pero todo fue para ver si se alejaba de mí lo antes posible, todo el mundo empezó a reírse cuando se oyó por fin en la fila la voz de Tony Caro, reflejando en su cara una pícara sonrisa y diciéndole al locutor Luís Manuel Medina.
¡Mordió a un General!...
Autor: Prof. Luís Alberto Pérez Ubiera.
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