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10 de abril de 2025

La arremetida arancelaria de Trump contra China escala una batalla que Estados Unidos quizá no pueda ganar

Por Análisis de Stephen Collinson CNN

El presidente Donald Trump acaba de escalar un enfrentamiento directo con la única nación que podría vencer a Estados Unidos en una guerra comercial.

El miércoles, Trump anunció repentinamente una pausa de 90 días en todos los aranceles “recíprocos” que implementó con gran fanfarria la semana pasada. Sin embargo, excluyó a China, elevando su arancel del 104% al 125% en la última fase de una lucha de ojo por ojo que ha sumido a las dos superpotencias mundiales en un amargo enfrentamiento.

La decisión del presidente de retirarse de los aranceles recíprocos se produjo tras días de pérdidas en la bolsa y en medio de crecientes advertencias de que estaba a punto de llevar a la economía estadounidense a una recesión catastrófica.

Su insistencia en China puede haber sido un intento de salvar las apariencias al revertir su política anterior, pero agudizará los temores de que el comercio entre las dos economías más grandes del mundo se paralice, perjudicando gravemente a ambas partes y generando repercusiones negativas en todo el mundo.

La Casa Blanca intentó convertir una vergonzosa retirada en una gran victoria, explicando que los aranceles recíprocos se suspendieron debido a la avalancha de países que querían cerrar acuerdos con Washington. Afirmó que China fue castigada por responder a la guerra comercial de Trump con sus propios aranceles.

El secretario del Tesoro, Scott Bessent, describió la crítica a Beijing como un intento de enfrentarse a los “malos actores” y afirmó que se debía “a su insistencia en la escalada”.

Casi todos en Washington coinciden en que la relación comercial con China está desequilibrada y en que se necesita una postura firme de Estados Unidos para responder a las supuestas violaciones de Beijing. Pero parece improbable que el liderazgo errático de Trump tenga el efecto deseado, ya que cada una de sus insinuaciones se enfrenta a la réplica del presidente Xi Jinping, quien tiene tanta credibilidad en el enfrentamiento como el presidente estadounidense.

La confrontación se produce tras años de intentos de Estados Unidos por abordar los supuestos abusos comerciales de China. Es también la culminación de una década o más de deterioro de las relaciones, provocado por un giro agresivo y nacionalista de un competidor del Pacífico convertido en una superpotencia hostil que ahora parece ansiosa por desafiar el poderío estadounidense.

Y es un hito oscuro en una relación diplomática que ayudará a definir el siglo XXI y un fracaso para un largo proyecto estadounidense para evitar que las tensiones estallen en una guerra comercial total —o potencialmente mucho peor— entre dos gigantes.

Estados Unidos lleva más de 50 años intentando gestionar el ascenso de China, desde la visita pionera del presidente Richard Nixon al presidente Mao Zedong para “abrir” una nación aislada y empobrecida y abrir una brecha entre sus líderes y sus hermanos comunistas de la Unión Soviética. Ha transcurrido casi un cuarto de siglo desde otro hito: cuando Estados Unidos incorporó a China a la Organización Mundial del Comercio con la esperanza de promover un cambio democrático y aferrarla a un sistema económico basado en normas y orientado a Occidente.

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