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31 de diciembre de 2024

El legado de Jimmy Carter tras su muerte a los 100 años

 

El legado de Jimmy Carter tras su muerte a los 100 años: “el mejor ex presidente de Estados Unidos” que dedicó toda su vida a la lucha por la paz y los derechos humanos

Poca gente recuerda su único mandato como presidente, pero su figura como gran embajador de la paz y la democracia así como el Centro Carter que fundó junto a su mujer Rosalynn Carter le valieron el Nobel de la Paz en 2002, y un lugar entre los líderes mundiales más apreciados.

Por JAVI SÁNCHEZ           VANITY FAIR

Pocas personas serán recordadas como lo está siendo el ex presidente de Estados Unidos y Premio Nobel de la Paz Jimmy Carter, cuya muerte hace unas horas ha recibido condolencias de todos los rincones del mundo. Desde el presidente electo de Estados Unidos Donald Trump, que señaló “que todos tenemos una deuda de gratitud” con Carter, hasta la China de Xi Jinping, cuyos portavoces han señalado “que siempre será recordado por el pueblo chino”. El rey Carlos de Inglaterra recordaba también su compromiso de servicio público y cómo “dedicó su vida a promover la paz y los derechos humanos”. Carter ha muerto a los 100 años, lo que le convierte en el más longevo de los presidentes de Estados Unidos, pero los mensajes que han recorrido el mundo también señalan otro hito: el de ser tal vez el más apreciado de los grandes líderes del siglo XX.

La clave no está –aunque sí sus semillas– en su presidencia, un único mandato entre 1977 y 1981 como 30º presidente de su país. Carter, miembro del Partido Demócrata que ya había destacado por su defensa de los derechos civiles (y esto como político y gobernador en un estado sureño, Georgia), fue uno de los presidentes más progresistas a este lado de Franklin D. Roosevelt, a quien no le temblaba el pulso a la hora de atajar algunos de los traumas pendientes de su nación. En su segundo día de mandato, por ejemplo, emitió un perdón presidencial a todos los desertores de la Guerra de Vietnam, por ejemplo. Apostó por políticas de futuro, con la educación como bandera, y se caracterizó por ser un gran mediador en los asuntos internacionales. Impulsó las relaciones con China –de ahí el agradecimiento actual–, medió sin tregua para conseguir la firma egipcio-israelí en los Acuerdos de Camp David de 1978, el Tratado del Canal de Panamá que hoy pone en duda Trump y una extensa lista de acuerdos internacionales, en muchos casos multilaterales y colaborativos. Incluso en asuntos espinosos, como el boicot internacional a los Juegos Olímpicos de Moscú de 1980, como respuesta a la invasión soviética de Afganistán.

El problema es que Carter fue un presidente “tibio” que venía de derrotar casi por sorpresa a un presidente gris (el republicando Gerald Ford) y el final de la década de los 70 era un hervidero poco apto para la moderación, menos aún para una paloma que consiguió un raro hito en la historia de su país: Carter involucró a Estados Unidos en un total de cero conflictos bélicos. Pero su pacifismo chocó con varios problemas en el tramo final de su presidencia, principalmente la crisis de los rehenes estadounidenses de Irán, iniciada en noviembre de 1979 y cuyas negociaciones desgastaron completamente al presidente. La puntilla es que la solución final a dicha crisis se produjo el 20 de enero de 1981: el día que Ronald Reagan debutaba como presidente de Estados Unidos tras haber arrasado en las urnas a Carter. Carter había pasado las últimas horas, hasta el momento mismo de la inauguración de Reagan, negociando sin tregua la puesta en libertad de los 52 rehenes. Un logro que consiguió demasiado tarde.

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