Voces y ecos
RAFAEL PERALTA ROMERO
rafaelperaltar@gmail.com
No solo a don Martin Garata, “persona de alto rango, le gusta mucho el
mango porque es una fruta grata”, según lo ha escrito Juan Antonio Alix. A cualquiera le apetece un mango, una fruta
fresca, nutritiva y de algún modo medicinal, sobre todo para evitar el
estreñimiento. Producirla en el patio es privilegio.
Es imposible proceder del campo y no conocerlo de cerca. En los predios
de mi padre los había y muy buenos, de una variedad no vista en otro lugar a la
que en Miches llamamos almidón. Por ser muy líquido se lo puede uno comer sin
ensuciarse la boca, si lo chupa. Confieso que ese mango reporta añoranza de mi
infancia michera.
Para entonces, “hacerle yanqui” a los mangos en fincas ajenas no se
consideraba hurto, pues ningún agricultor vivía del cultivo de este fruto. Y
era deleite de muchachos andar en trullas capturando mangos en cualquier lugar,
aún fuesen los protagonistas hijos de propietarios de otras tierras paridoras
del apetecido manjar.
Desconozco si alguna entidad ha cuantificado la producción de mangos
entre los linderos del Distrito Nacional y el alcance comercial que pueda
registrarse. Sé que, aunque no tengo matas, pues mi vivienda carece de patio,
unos amigos me benefician con alguna porción de su cosecha. Agradezco el
halago.
Si no alcanzaran para comercio, los mangos urbanos han de servir para
incentivo de buenas relaciones, entre ellas las de negocios, tanto familiares
como de amistad. Nadie rechaza un mango y menos de esos a los que se saca la
pulpa con una cuchara, para degustar directamente o para sorberlos en jugosa
bebida.
La cosecha se inicia a mitad de
año y se extiende hasta agosto o septiembre, sobre todo si se trata de los
mangos criollos. Es visible que algunas plantas terminan primero que otras su
producción, pues ahora mismo es mitad de septiembre y aún quedan mangos por
comer, mientras unas matas solo muestran hojas.
Originaria del Asia tropical, se trata de una de las frutas tropicales
más comercializadas en el mundo. En las
casas modestas de los barrios como en las mansiones de los sectores elegantes
crece el mango y su producción decora el ambiente y satisface el apetito. Comamos mango, eso
hace bien.
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